CONTIGO



Ya han pasado dos meses desde que te fuiste. Dura batalla la que has vivido hasta que ya, sin fuerzas, decidiste exhalar tu último aliento. Soltaste el aire, el poco que pudiste guardar en tus pulmones gastados tras largos años de resistir los embates de la enfermedad, estando ya inconsciente.
Días atrás mostrabas tus dudas lógicas, de si habría algo más al morir. Te costó abrir tu alma, pues esto significaba que empezabas a aceptar que el final estaba próximo... y no querías. Buscaste aferrarte a la vida ilusionándote con nuevos proyectos. “Voy a hacer…”, decías una y otra vez. Mirabas tras la ventana las montañas y preguntabas: “¿Cuándo voy a salir de aquí?” Yo callaba sabiendo que lo inevitable se acercaba irremediablemente. Lo hice hasta el final. Y, aún hoy sigo en silencio pues los recuerdos de tu larga agonía, innecesaria desde un punto de vista humano, prolongaron los latidos de tu corazón más allá de lo razonable. ¿Qué sentido tiene tal sufrimiento a tu alma? ¿Consecuencia de tu modo de vivir donde la realidad de tu existencia acababa con la muerte? ¿Tenías algo pendiente que hacer que te impedía marchar?
El miedo te atenazaba noche y día. En algún momento intentabas preguntar de soslayo sobre algunas de las experiencias “extrañas” vividas por tu hermana, por mí. Querías creer, pero tu razón negaba una y otra vez la posibilidad de lo “imposible”. No, no había nada que demostrar. Sabíamos que pronto te encontrarías cara a cara con la otra realidad y, lo que tu ser pedía a gritos era… afecto, aquí y ahora.
Tu mano solicitaba las nuestras una y otra vez y, hora tras hora, acompañado de una sonrisa, es cuanto te dimos y aceptaste.
No querías que la muerte te acariciara en soledad y tu deseo fue cumplido… A ambos lados del decorado de la Vida, quienes te amamos, estábamos contigo. Estamos hoy contigo.



UN NUEVO COMIENZO



Caminé en la oscuridad absorto en mis pensamientos sin un rumbo fijo. Me senté en un banco de un parque sin nombre. El silencio se palpaba. A lo lejos, algunos  viandantes en busca de su destino, ¿quién sabe qué les ocurriría al día siguiente? Ahora, el tiempo parecía haberse detenido… Alguien me dijo que ocurriría y que sabría, llegado el momento, qué  acontecimiento marcaría un nuevo comienzo en mi vida. Parece que la vida es una suma de acontecimientos donde da la sensación que acaban superponiéndose unos con otros, en mi mente se amontonan como si todos pasaran al mismo tiempo. Pasado, presente, futuro…, ¿qué son en realidad?
Y vi, ante mí, cómo aquel vagabundo se acercó decidido, parecía como si se encontrara con un viejo amigo. 
¡Hola! –me dijo. 
Del mismo modo respondí, aunque sin ningún ánimo en especial. 
Se sentó a mi lado. Sacó  de una bolsa un pequeño paquete. De reojo veía sus movimientos, como no queriendo darle importancia. Era un bocadillo bien envuelto en papel de aluminio. 
–Me lo acaban de regalar –me dijo, sonriendo. 
Lo partió por la mitad. 
–¿Quieres un poco?
–No, gracias. No tengo hambre.
–¿Has observado que la oscuridad no es tal cuando se adapta tu visión pasados unos minutos? –continuó hablando–. Mira los árboles. ¿Ves aquella rama que sobresale de aquel, la luz que la rodea? La señaló con un dedo. 
En realidad no me fijé en la rama que señalaba, sino en el dedo que lo indicaba. Era su dedo índice el que parecía tener un brillo centelleante, un suave dorado. No me atreví a decírselo. Me fijé en la rama, aunque sí la veía con más nitidez que al principio, pero nada fuera de lo normal. No sabía qué hacer, ni qué decir, tampoco es que yo fuera un gran interlocutor. Nada tenía que perder, pensé.
–No he visto nada en particular en la rama, pero sí me ha llamado la atención el dedo que la señalaba.
–¿Qué has visto?
–Una luz que lo envolvía.
–¿Y?
–Pues que nunca había visto nada igual, aunque no sé por qué tampoco me sorprende.
–Quizás no te sorprenda porque no sea del todo desconocido para ti. Puede que en algún rincón de tu memoria esté presente.
–¡Mi memoria! ¡Si casi no recuerdo qué hice ayer!
–Lo que se ha vivido queda registrado, ¡absolutamente todo!
–Pues será en otra vida –entre risas le contesté.
–Aquello que necesitas recordar, no dudes que de un modo u otro, se hará presente para ti. Todo lo vivido no es fútil, ni caprichoso. Responde a una necesidad de tu ser que quiere adquirir experiencia, desarrollarse y  expandirse sin fin. El recorrido de tu alma no es arbitrario y cuando dejas a “medias” alguna lección en el “pasado”, la retomas en cualquier tiempo “presente”. Es aquí cuando sale a la luz de tu memoria las herramientas que necesitas para continuar la lección “abandonada” tiempo atrás.
Absorto le escuchaba, como cuando de chaval atendía a las clases de historia –quería conocer todo de nuestro pasado.
–¿Qué rondaba tu mente está tarde?, –continuó.
–Nada en particular, –le respondí.
–¿Estás seguro?
Parecía que quería sondear lo más profundo de mi ser. Hice un muro hace tiempo para protegerme; para no hacerme daño, ni hacérselo a los demás. Pero él, un vagabundo a quién no conocía, estaba dispuesto a derribarlo.
–Hay veces –empecé a quitar “ladrillos”– en que dudo de mí, de quién soy, de qué “pinto” en este mundo donde solamente parece haber sufrimiento; donde las alegrías parecen un suspiro nada más. Siento impotencia ante el horror, cada vez que enciendo la televisión, abro un periódico… Quiero evadirme, pero no puedo. Busco una explicación lógica y no la encuentro. ¡No sé! Es todo cuanto sé.
–¿Y crees que los demás “saben”? ¿Crees que tras las máscaras de quienes te rodean hay felicidad? Si estás, estáis, en este tiempo presente es para acabar de una vez por todas con tal sufrimiento.
–Es fácil decirlo –le dije–, pero ponerlo en práctica no lo es. Te entregas con todo tu alma por una causa y, vayas donde vayas, acabas cansado de ver el egoísmo que escondido de bondad parece rodearte. He vivido los oscuros intereses tildados de grandilocuencia solidaria…
–Veo que rezumas negatividad. ¿Sabes que de ese modo alimentas la negatividad? Ya te he dicho que todo cuanto ocurre permanece, y permanece, porque tiene vida. ¡Todo es vida! Y la vida también es movimiento. De hecho la vida es eterno movimiento, vibración continua. Caminamos entre dos fuerzas que se atraen y repelen. Dos fuerzas que tienen un origen y un destino común… Pero no quiero complicarte la vida, –sonrió al tiempo que lo decía.
Tenía razón, no estaba ahora para complicaciones.
«Pero, como no quiero que te quedes en un estado pleno de negatividad…, de  ti depende que una u otra polaridad sea la que circule libremente o, que ambas “trabajen” bajo tus “ordenes”.
»Habrás oído más de una vez sobre la efectividad de la oración. Ésta no es más que la colaboración entre quien ora y la energía en la que vivimos. Dicha energía es como el alimento que toma el bebé que vive en el interior de una mujer embarazada. Él “pide” y su madre le “da”. Ella, su madre, toma a su vez la energía necesaria para su vida del “Ser” en el que vive y en el que tú también vives. Puedes tomar un alimento sano o en mal estado, depende en gran parte de los pensamientos que emites, emitimos todos, continuamente… de su polaridad y sobre todo del Ser en el que vivimos. La energía en sí, no es ni positiva ni negativa, nosotros creamos, más bien la materializamos, dándole “polaridad” según nuestra capacidad de ser “uno”. En ti viven muchas vidas… Todos los seres estamos conectados en una escala infinita donde principio y fin se confunden en un eterno presente… Mas tiempo pasado, presente y futuro dependen del lugar en que se posiciona el observador. 
»Piensa que la situación de crisis en la que se encuentra este mundo la hemos creado entre todos y entre todos podemos darle la vuelta, convertirla en una oportunidad de crecimiento del ser que somos en el mejor de nuestros sueños. Traerlo a esta realidad es tan factible como tú seas capaz de imaginarlo. La aparente polaridad negativa actual, en el “pasado” fue positiva, mas al querer esta humanidad crecer, aquello que creamos y nos alimentó, ahora se está convirtiendo en un lastre capaz de impedirlo. La clave consiste en envolver de luz cada pensamiento creado, imaginado… en cualquier tiempo.
»La luz que has percibido en mi dedo la has visto porque estabas dispuesto. Tu mente ya está cansada de viajar por pensamientos que no te satisfacen. Has andado tanto que te has parado en medio de ninguna parte y ya no te importa. Estás listo porque tu alma aún ansía libertad. La luz que has visto en mí es consecuencia del acuerdo, el pacto que hice contigo. Vendría a tu encuentro cuando estuvieras preparado, cuando pidieras un nuevo alimento, cuando oraras con humildad…»
No sabía muy bien dónde estaba. Las palabras que había escuchado con atención me habían transportado a un “cielo” que creía desaparecido para siempre. Era un estado que sentía muy mío y muy real, pero que no podía localizar en ningún tiempo, ya no sé si pasado o futuro. No me importaba y quería perpetuar tal estado…
Con estos pensamientos volví a la cruda realidad… Pero el vagabundo seguía ahí sentado, junto a mí. ¡Era real! Y me fijé en su rostro, sus facciones. No parecía el vagabundo de hace tan solo unos segundos, se había transfigurado en otro ser; estaba majestuoso, imponente.
Se levantó y me volvió a ofrecer la mitad de su bocadillo. Esta vez sí lo acepté. Sentía hambre… 
–Tenías hambre y te di de comer. Tuve sed y me diste de beber –me dijo.
–¿Cuándo te di de beber, si nunca antes te vi? –le contesté.
–Cuando tuve sed… Recuerda.
Di el primer bocado, embebido en su sabor, recordé.
Le miré a los ojos y en ellos me sumergí y supe quién era él y supe quién era yo.
–Uno. Somos Uno –me repetía a mí mismo.
Pasado, presente y futuro… ¿qué son en realidad?
Me tendió su mano, la acepté. Volví a percibir la luz en su mano y ésta se extendió hasta envolvernos por completo. Sonreímos.
Se alejó por donde vino, pienso si hacia un lugar más allá del tiempo…



SOMOS GENTE CORRIENTE



Nos esforzamos día a día para que quienes están a nuestro cuidado tengan lo necesario para crecer y progresar como seres humanos dignamente. 
Nos levantamos cada mañana antes que el sol salga por el horizonte para traer el pan de cada día a una mesa sencilla.
Tenemos dignidad, no “vendemos” nuestro cuerpo, ni siquiera lo “alquilamos”. Nuestras manos se manchan, se hieren, encallecen, pero nuestra alma sonríe porque valoramos lo esencial de la vida: hacer todo con amor. No hablamos de amor continuamente, nos cuesta pronunciar tal palabra… preferimos una sonrisa y una mirada a los ojos de quienes encontramos en nuestro caminar; mas sabemos el fuego que arde en nuestro interior.
No pretendemos destacar, salir en las noticias. Trabajamos desde el anonimato creando unos cimientos bajo tierra, a gran profundidad, pues el edificio que estamos construyendo llegará a ser más alto que cualquiera pueda imaginar. Podemos formar parte o no de alguna organización que trabaja por un mundo mejor. Nos sentimos unidos igualmente, ya que nos sabemos miembros de una humanidad que está descubriendo la fraternidad. 
Traemos en nuestra memoria genética la acción. Somos hacedores, encargados tanto de destruir como de construir; de hecho nos encargamos de que caigan y se disuelvan aquellos organismos que impiden el crecimiento, tanto de la humanidad como de cualquier otra forma de vida en este planeta. No es por azar que salga a la luz la podredumbre, es necesario que descubramos nuestra enfermedad para dar el tratamiento adecuado, evitando así arrastrar de por vida una enfermedad larvada que pueda volver a dañarnos. Construimos donde sabemos que se está a la escucha, donde ya se ha tocado “fondo” y sólo queda “ascender”… aunque el “viaje” es interior.
Tenemos muy claro nuestro objetivo. Somos firmes en nuestro proceder, capaces de tender una mano allá donde sea necesario aun a costa de nuestra vida si fuera necesario; cada día nos entregamos al otro, porque es ya parte integral de nuestro ser. 
Nuestros rostros revelan la profundidad de nuestras almas, algunas ya muy “viejas”, otras muy “jóvenes”, mas todas amantes. Nuestras manos trasmiten igualmente el calor del fuego interno, pues sabemos que uno solo nos alimenta. Nuestros pies descalzos se funden y acarician la tierra sin dañarla.
Nos hemos forjado tanto en la alegría como en la tristeza; en la fe tanto como en la desesperanza; en la ilusión tanto como en la decepción; en el gozo al igual que en el sufrimiento; en el conocimiento del mismo modo que en la ignorancia… Somos hijas e hijos de la Tierra tanto como de otras “Tierras”. Hijas e hijos de la experiencia, de la fusión del Ser con el Ser: la Dualidad reflejo de la Unidad.
Somos únicos, importantes, valiosos, capaces, valerosos, sublimes… Dignos de existir eternamente. Somos el equilibrio en busca del equilibrio. No eres, no somos, ni más ni menos que nadie. No nos infravaloramos ni sobrevaloramos pues tú eres semejante: la Hija, el Hijo, de la Vida Una. 
No adoramos a nadie pues en cada uno nos sabemos el SER UNO. Tampoco necesitamos interlocutores entre nuestro ser y nosotros, pues hemos comprendido que no hay “dos” sino Uno en “dos”. Que el “dos” crea al Uno continuamente, que el Uno se recrea eternamente; se conoce y se reconoce en el “dos” siendo Uno. Somos nuestros propios sacerdotes.
Nacemos y renacemos continuamente, pues nunca dejamos de existir. Tan solo experimentamos las múltiples facetas del Ser. La muerte no tiene cabida en nuestro corazón y nos alegramos tanto en la “venida” como en la “ida”, pues siempre estamos en los dos lados… que son uno solo.
Nuestra historia es la tuya. Somos gente corriente y vivimos en todos los estratos de la sociedad.



SEÑALES



Es curioso como algunos acontecimientos han aparecido a lo largo del tiempo. 
Cómo, aparentemente sucesos esporádicos, aparecen encadenados por repetirse en una misma fecha, o en la misma fase lunar o... 
Sucesos que poco a poco van cobrando una importancia vital, encuentros ¿casuales?, que marcan el rumbo a seguir. 
Y si entramos en el laberinto del mundo de los sueños, donde se encuentran alojados nuestros anhelos, miedos, miserias, alegrías, desencantos, aciertos..., mas también nuestros deseos de libertad, nos sumergimos en la profundidad del mar y volamos más allá de la más alta nube. 
Eso no es todo lo que uno encuentra. 
A veces, uno se topa con vivencias completamente reales, en las que uno no parece estar dormido, sino plenamente consciente. 
Vivencias que parecen tanto del pasado, como del futuro...Tanto es así que éstas se convierten en... reales. 
Presentes, instante a instante, premonitorias de un hecho ineludible. 
Surge una pregunta, cuya respuesta no es fácil. 
¿Qué se esconde tras esa cortina de señales? 
Cada señal, hace que se den unos pasos, al principio tímidos y titubeantes. 
Dónde me estaré metiendo, pues las referencias que tenemos "programadas" no sirven. 
Todo es completamente nuevo y diferente. 
Aun así andamos un poco más, esperando una nueva señal que indique por donde seguir. 
Sí, sólo serán indicios, pues hay un "pequeño" detalle y es que la libertad de elección está presente en cada instante del recorrido. 
Estas señales, no son lo más importante. 
Son simples marcas. 
Lo que de verdad importa es el AMOR con el que emprendes el camino. 
Cómo tratas a los demás y a ti mismo, ésta sí es la VERDADERA SEÑAL… 
La que permanece.



LOS PIES EN LA TIERRA


Hace falta mucha humildad para seguir teniendo los pies en la tierra. Saberse parte integrante del Ser que somos todos, unido al sufrimiento en que muchas veces se convierte nuestro paso por este mundo, puede hacer que nos despeguemos e incluso no nos guste estar aquí, pero no tenemos que olvidar que no es por azar que estamos en esta Tierra. Hemos nacido en ella porque así lo solicitamos, para unir "cielo y tierra". Dotarla de una cualidad que antes no tenía y seguir, así, extendiendo el amor por el Universo. Y no estamos solos en esta labor, como no está sola una célula en nuestro cuerpo, pues en cada una de ellas hay una "memoria" que nos susurra al oído que "Todo ya Es". Tenemos esa certeza que nos ayuda a seguir con los pies en la tierra.



Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...