Miro hacia arriba y te veo revolotear.
—Me gustaría ser como tú. Claro que, yo arrastro mis pies y tú surcas el cielo.
«Vuelo alto, pero no fue siempre así. También creía que mi vida sería anodina. Me preguntaba si todo cuanto debía hacer era comer hasta morir. Un día, me detuve y me negué a seguir mi instinto. ¡Loca! Me decían.
»Adormecida, me sentí desfallecer…
»A los pocos días desperté, estaba encapsulada. Quise romper la barrera que me separaba de mi mundo y, con todas mis fuerzas, lo conseguí. Ya no era la misma oruga, mi cuerpo había cambiado por completo. Pensé que soñaba… y desperté.
»¡Alas, tengo alas! Gritaba de alegría. Empecé a agitarlas y me elevé.
»Vi a otras orugas masticar incansablemente. Revoloteé sobre ellas y ni siquiera me miraron. Me alejé entristecida. ¿Estaré sola en esta aventura? Con agradable sorpresa descubrí a otras mariposas, hoy surcamos juntas la campiña.
»Sigue tu intuición… Tú también puedes volar.»
—Volaré.