“Mirando al mar soñé que estabas junto a mí…”.
-¿Qué, cantando?
-Canturreando, más bien. Y, ¿cómo tú por aquí, también viendo las olas que vienen y van?
-Viendo la vida pasar.
-Hacía tiempo que no sabía de ti.
-Eso es porque andas distraído, siempre estoy a la vista.
-Pues benditos los ojos que te ven. Tendré que ir al oculista.
-Más bien a un buen psicólogo que te ayude a ordenar tu mente y desechar tanta ‘basura mental'. Mírate con los ojos del alma ante un espejo y verás que no ves nada.
-Dejé de mirarme en el espejo…
-¿Ya no confías en ti, en mí?
-Como creación mental está bien, como realidad independiente de mí ya es otro tema. Dejé de creer en dioses y demonios…
-¿Me vas a decir que soy fruto de tu mente? Pues es fácil, desconecta y se acabó, ¿dejaré de existir? Prueba.
-Pues mira, lo voy a intentar, así me libro de ti y tus laberintos existenciales.
-Ja, ja, ja…
-“Mirando al mar soñé que estabas junto a mí…
Mirando al mar yo no sé que sentí que acordándome de ti lloré…
La dicha que perdí yo sé que ha de volver cuando yo esté mirando al mar…”