BAJO LA LLUVIA

 



Cuando menos lo esperas, a veces uno no quiere ver la realidad, el cuerpo da señales de agotamiento y puede que algo inevitable: el final está cerca. Uno intenta convencerse que no es nada, algo pasajero, de lo que mañana, al despertar, pensarás que fue un mal sueño... Hasta que el dolor te saca del sopor y vuelve a recordarte de lo efímero que es nuestro paso por este mundo. ¿Debe uno prepararse para el momento de la partida, mirar a otro lado como si no fuera con uno o seguir el día a día como lo más maravilloso que la Vida nos ofrece?

No sabemos con certeza de dónde venimos ni a dónde vamos. Sí sabemos que estamos aquí y ahora y que todo cuanto tenemos, o más bien creemos tener,  no podemos  retenerlo. Los recuerdos se esfuman  como humo que se aleja para no volver. ¿Qué nos queda, a qué podemos asirnos para pasar el trance inevitable de la muerte saliendo victoriosos? ¿Nos espera un sueño eterno, el vacío más absoluto,… la nada?

El dolor me vuelve al presente. No, no me dominas, sólo haces que mi pensamiento pare en seco. Mas no soy lo que pienso o siento,  ni siquiera este cuerpo enjuto. Tengo mis dudas del cómo, pero sí sé que volveré de donde nunca partí.

Hermano dolor, gracias por este instante de lucidez. Espero despedirme de ti con dignidad, con la misma con la que te sentí por primera vez allá en un tiempo que no encuentro en el almacén de mi memoria.

Mañana volveré a soñar, a reír y bajo la lluvia empaparme una vez más. Brotaré de las entrañas de una nueva tierra y gritaré: ¡estoy vivo… una vez más!

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