SI ESTÁS VIVO NO ERES NINGÚN MAESTRO



Buscaba a su maestro. Leyó cuantos libros cayeron en sus manos. Tenía una memoria prodigiosa, recordaba cuanto leía, un prodigio de la naturaleza. 
Viajó por el mundo: India, China, Tíbet, Egipto, Perú, Grecia… y allá donde alguna cultura milenaria había dejado su legado.
Tenía una peculiaridad: siempre preguntaba por los “maestros”. Y cuando algún seguidor, discípulo, buscador… de cualquier sabiduría, le indicaba dónde encontrarlo, se alejaba compungido diciéndose “no puede ser, el maestro que yo busco está muerto, pues si está vivo no es un verdadero maestro”.
Tras dar varias vueltas al globo acabó sus días encerrado en su vieja casona, releyendo una y otra vez, sin comprender, la rica biblioteca que había acumulado.

Como no pudo ser de otra manera, un atardecer, su corazón latía lentamente, muy lentamente. Se apagaba al ritmo de la vela que siempre le alumbraba sus lecturas. Sus ojos intentaban leer a duras penas, su vista se nublaba, pero consiguió, por fin, en voz baja, balbucear unas palabras escritas: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Y se dijo: “si estás vivo, no eres, entonces, ningún maestro”.
En un instante, tras un ligero estallido, se vio frente a sí mismo: un cuerpo inerte con un libro sobre sus manos. Permanecía frío, como si esta situación no fuera con él. 
–Estoy pensando, viendo, por lo tanto, estoy vivo –dijo en voz alta.
¡Claro! –una voz dulce escuchó tras él.
Sorprendido se volvió.
–¿Quién eres? –preguntó.
–Soy tu maestro.
–¡No puede ser, estás vivo! Además eres igual que yo, aunque unos años rejuvenecido y más esbelto.
–¿Por qué me buscabas entre los muertos, cuando siempre he ido a tu lado? Te miraba a través de los ojos de quienes te encontraste a lo largo de tu vida; tras la sonrisa de un niño; la pata tendida de un perro; la caricia de un gato; el canto de un pájaro… Nunca estuve en los libros, sino en el alma de quienes buscaban, como tú, y te tendieron sus manos… que siempre rechazabas.
–Soy tú, aunque aún no me reconoces, tu verdadero maestro. Ahora, tienes una nueva oportunidad, en este presente eterno, vuelve a “nacer”, fúndete con la materia más densa, dale tu calor, tu esencia, tu maestría y llévala a la más alta cumbre.
–¿Cómo podré hacer eso?
–Con amor. Se te olvidó practicarlo embebido como estabas entre tantos libros. Ve y practica.

Así, un “viejo” ser, volvió a este mundo en busca de su “verdadero” maestro… vivo: él.


EL QUE ES



  Caminaba por las calles de mi ciudad sin un rumbo fijo, abstraído en mis pensamientos. Los escaparates no conseguían distraerme, ni siquiera los miraba como ayer. La gente parecía ir a un ritmo muy diferente, me sentía parado y todo a mí alrededor giraba como en una noria.  No, no era otro día más, éste era particularmente inolvidable. 
  Un momento antes, quizás una hora o dos, la verdad no sabría decirlo, se me acercó una persona cuyo aspecto me sorprendió. Vestía un traje negro, impecable; sombrero de ala ancha del mismo color; alto, sus ojos eran penetrantes, negros; sus facciones marcadas y a la vez dejando translucir una dulzura indescriptible.  
  En un principio se me quedó mirando fijamente sin articular palabra alguna. Seguí en mi pequeño mundo, comencé a andar y él siguió mis pasos en silencio. Ciertamente no me incomodaba, al contrario, resultaba extrañamente agradable. 
  Llegué a una plaza en cuyo centro había un pequeño jardín, me atrajo la atención la placa clavada en una pared con el nombre de ésta: “Plaza del Encuentro”. 
  Tomé asiento en un desvencijado banco. Me distraje con el transitar de los vehículos. Unos niños jugaban junto a un columpio, gritando y saltando, los veía felices.  Los árboles estaban repletos de gorriones, oteando la plaza en busca de un poco de alimento. 
  Mi “acompañante” se sentó a mi lado. Me fijé en sus manos, largas; sus dedos reflejaban años de trabajo, una cicatriz en el dedo índice de su mano izquierda me resultaba familiar, aunque no recordaba porqué. 
 Un sonido, al principio imperceptible, surgió de él. Silbaba, enseguida lo reconocí, era una melodía que solía escuchar cuando era niño, allá en la pequeña aldea donde nací, en la montaña.  
  La canción describía un mundo perdido más allá del horizonte rodeado de montañas inaccesibles, donde habitaban seres angelicales, éstos se mezclaban entre las gentes de este mundo un día particular del año. En la luna llena de géminis “volaban”, apareciéndose a los humanos y comunicándoles la realidad de su mundo. De cómo cada uno buscaba a un humano en particular año tras año. Durante siglos, milenios, volvía hasta que por fin lo encontraba.  La señal era una pequeña luz que cada humano emitía, una vibración en particular, con un color y una tonalidad concreta, ninguna igual a otra. No había posibilidad de equivocarse y, al mismo tiempo, una melodía única aseguraba y confirmaba el encuentro entre el ser angelical y el humano.  El encuentro se producía en cada caso de una manera muy particular, según la idiosincrasia de ambos. 
 Contaba la canción cómo un ángel se apareció a un náufrago. Después de una tormenta, éste llevaba tres días perdido en una pequeña balsa en la inmensidad del mar. El ángel lo encontró, arropándole con su cuerpo. Dándole calor, el náufrago se durmió. Despertó en una playa cercana a su hogar, transfigurado en un nuevo ser. Cualidades que desconocía de sí mismo surgían en él, saliendo a la luz. Los restantes días de su vida los dedicó a la sanación de sus congéneres. 
  Acabado el recuerdo en mi mente, miré a mi alrededor buscando a mi acompañante. Me quedé sorprendido, éste no estaba junto a mí en el banco. Miré por todas partes, me levanté con preocupación buscándole por toda la plaza. 
  Me acerqué a un escaparate de una tienda cercana, puse mis manos junto a mis ojos para percibir mejor el interior. Miré a través del cristal por si acaso se encontraba en el local.  No le vi, no obstante, al cambiar el enfoque de mis ojos me fijé en mi mano izquierda. Reparé en la cicatriz de mi dedo índice. Todo mi cuerpo fue sacudido por un temblor interno, me alejé del escaparate aturdido dando un paso atrás. Me vi reflejado en la vidriera. ¡Portaba un traje negro y un sombrero de ala ancha, también negro, sobre mi cabeza!
  La melodía volvió al presente en mi interior y una voz le acompañaba: “No busques a ´El Que Es´fuera de ti”.



DE LA OSCURIDAD A LA LUZ


Comparto este relato que surgió, como casi todo, sin querer, sin buscarlo, con el deseo que aporte un poco de luz en la oscuridad. 

En la tribu 

Hace ya tanto tiempo que no recuerdo cómo empezó todo. Reminiscencias aún me quedan del instante en que comencé a percibir todo cuanto me rodeaba; mis manos palpaban cuanto alcanzaba; mis ojos se sorprendían ante el espectáculo que descubría sin cesar a mi alrededor; escuchaba sonidos incomprensibles por doquier; descubrí mi rostro al verme reflejado en el agua, era semejante al de otros seres que, como yo, vivíamos en una caverna. Nos protegíamos en ella no sólo de las inclemencias del tiempo, sino también de otros seres que caminaban posando sus cuatro patas sobre el suelo; descubrí el miedo gracias a ellos, pues contemplé cómo perseguían a uno de los nuestros y al alcanzarle, un grito desgarrador sentí en todo mi ser, que a lo largo de mi corta vida no conseguí olvidar. Le despedazaron como si de una hierba se tratase. Comprendimos que debíamos defendernos de las bestias que compartían con nosotros una naturaleza tan bella como cruel. Nos alimentábamos de los frutos que encontrábamos sin esfuerzo; otros seres, que no nos producían ningún temor, nos arrebataban, a veces, dichos frutos en medio de un juego que nos agradaba. Eran muy similares a nosotros salvo que todo su cuerpo estaba cubierto de un espeso vello. 

Me sorprendían las intensas tormentas con su espectáculo de luz y sonido. Haciéndome sentir inmensamente pequeño, me abrazaba a cualquiera de mis congéneres cada vez que escuchaba el estruendo que producían; temblaba la tierra bajo mis pies. Una vez que acababa una tormenta salíamos de la caverna saltando y gritando de alegría. Una esfera de luz inmensa volvía a aparecer en el cielo azul, dejaba que su calor calentara mi cuerpo. Sentía una paz en mi pecho, que se extendía a todo mi ser, que no comprendía y sin embargo buscaba tanto o más que la mano de mi padre o mi madre, aunque he de destacar que para nosotros cualquiera ejercía el papel protector, pues aunque nuestra comunidad era pequeña, no más de treinta miembros, nos sentíamos como una unidad, una familia, era nuestra forma de sobrevivir en un ambiente hostil. 

AVISTAMIENTO OVNI


El doce de septiembre del año 2009, al anochecer, cenábamos mi esposa, una amiga que llegó el día anterior ―viene una vez al año a vernos, ya que vivimos lejos― y yo. Estábamos en el solárium, así que teníamos el cielo por tejado. Mi esposa y yo mirando al mar, al este, y nuestra amiga hacia el oeste.

Hacía poco que había anochecido. De pronto, nuestra amiga exclamó: “¿Qué es eso?” Señalando el cielo al oeste, justo sobre unas casas. Nos volvimos y vimos una esfera de luz, al principio roja, del tamaño de la Luna llena (éstas eran mis palabras al intentar describir el tamaño), era como un fuego. Fue tornándose anaranjada rodeada de destellos de luz blanca, semejante a la del Sol. Venía en dirección oeste-este, al llegar a nuestra altura se detuvo, suelen pasar aviones hacia el aeropuerto y su altura era aún más baja. Avisamos a mi yerno y mi hija, que no subió por temor (y eso que hace unos ocho años ellos vieron tres luces formando un triángulo en el cielo nocturno). Él subió un móvil con cámara y grabó lo que pudo. Cuando comenzó a grabar ya había empezado a ascender la esfera alejándose hacia el espacio exterior, reduciendo su tamaño debido a la distancia, y colocándose finalmente como si fuera una estrella más junto a la Osa Mayor, formando un triángulo entre algunas de éstas. Tanto el principio del avistamiento, como el final no están grabados; primero porque aún no había cámara y después porque aunque se apreciaba a simple vista, la cámara no lo recogió, por lo que aun siendo su duración de más de cuatro minutos, el video está recortado.

Al analizar las imágenes en el p.c. en el video se ve una luz pequeña en movimiento, pero al extraer y ampliar los fotogramas se perciben los giros y cambios constantes de colores.
Video:





Estas son algunas de las imágenes extraídas:
  












Fotomontaje del principio y final del avistamiento:





Esa misma noche... veinte minutos después:
OVNI's grabados en Inglaterra: "Este 12 de Septiembre (2009) sobre la ciudad de Maidstone (Inglaterra) un testigo logra grabar éstas imágenes. El avistamiento de los OVNI's aparecieron alrededor de las 8:40PM (aquí 21.40) en forma de bolas color naranja. Inicialmente observó dos pero cuando regresó con su cámara había tres más, que inclusive pareciesen adquirir una interesante formación. Los OVNI's se desvanecieron en el horizonte."
Video:


Y en el mes de agosto del año 2010, en la misma zona que vimos el ovni, se han grabado estas imágenes de dos avistamientos ovni y publicadas en youtube por BruntonspainEl día 16 de agosto:

Y el día 17 de agosto:



TRAS LA MUERTE… ¡ESTOY VIVO!



Una trombosis le llevó al hospital, a los pocos días otra le acabó paralizando todo el cuerpo. Sólo sus ojos podían hablar. Así pasaban los días sin ninguna mejora. Sus hijos repartidos por el mundo se enteraron de modo distinto de su situación. Una hija en particular, María, no necesitó una llamada telefónica: él, su padre, apareció ante ella cuando se encontraba en el salón, lejos de asustarse se acercó a él…, entonces desapareció ante su vista. Ella supo que algo grave pasaba a unos miles de kilómetros.

Esperamos la llegada al hospital de varios hijos, entre ellos María. La situación era estable dentro de la gravedad, aunque en cualquier momento se podría producir un cambio no deseado.

La muerte no es igualmente entendida, asimilada, aceptada por todos. Para unos es un final, para otros queda la esperanza de una nueva vida aun sin saber cómo se produce ésta. Estos pensamientos rondaban en la mente de más de uno, también las vivencias del pasado en común. Demasiados sentimientos se estaban acumulando haciendo que las lágrimas cayeran en silencio… Llega la noche, un “Hasta mañana” se escucha…

Nos quedamos dos con él, como otra de tantas y tantas noches, acompañándole. El calor de una mano se unía a otra. Qué se puede decir cuando habla el corazón… Nada. Sólo sentir y aceptar. Cuando los pasillos están vacíos, las habitaciones habitadas por mundos dentro de un mundo mayor, el silencio de adueña de todo y de todos. Pasan los minutos, las horas… ¡Cuánto da de sí la mente hasta que ésta también se aquieta!

Una fuerte respiración nos saca del sopor. Todo el cuerpo entra en alerta máxima preguntándose: ¿qué va a ocurrir? Sus ojos nos miran queriendo decir tantas y tantas cosas… No era necesario. Tres corazones empezaban a latir al unísono hasta que uno de ellos cambió el ritmo lentamente. Se fue apagando hasta que dejó de latir. Las manos seguían entrelazadas. “No estás solo” –decían.

Y no, no estaba solo. Sabía su alma qué debía hacer: recorrió los kilómetros que le separaban de sus otros hijos que en ese momento descansaban preparándose para un nuevo día. Ella, María, despierta, nuevamente vio a su padre ante ella. No necesitó palabras, sus miradas se cruzaron diciéndolo todo. Supo que su alma había abandonado definitivamente el cuerpo que tantos años le sirvió de posada. Con su presencia le había dejado el mejor de los mensajes: “Estoy vivo”.

Un instante después llamo por teléfono para comunicar lo sucedido. Cada alma, cada ser, supo que no era por azar lo que estaba pasando. Cada uno aprendimos ese día algo que nunca olvidaremos.

Quizás la duda, el miedo, vuelva a surgir de muchas maneras ante la pregunta: ¿qué hay tras la muerte? No pretendo nada más que dar un testimonio real, que seguro no te dejará indiferente.




TU CORAZÓN


Tu tic-tac,
de golpe,
sin avisar,
sin un adiós,
se alejó.
Silencio.
Tu voz callada.
Se paró el reloj.

Tu maquinaría,
envejecida.
Tus manecillas,
pequeñas,
entrañables,
delicadas.
Marcabas los minutos,
 las horas,
de mis noches
y mis días.
¡Cuántos años juntos!

Decían que eras frío,
sin alma ni alegría.
¡Qué poco te conocían!
Te quedas,
ahora y aquí,
vivo en mí.

Mi corazón,
tu corazón,
late…
Tic-tac,
tic-tac,
tic-tac…
Y no es de metal.




TODOS LOS SERES ESTAMOS CONECTADOS


Madrid, cuatro de Octubre de 1989, festividad de San Francisco de Asís. 

Un sueño en la noche del 3 al 4: Llaman a la puerta a altas horas de la noche, nos inquietamos pues no sabemos quién será. Abro la puerta y varios “policías” preguntan por mí. Dicen que tengo que acompañarles, pues tengo una información que necesitan. Cuentan que llevan años controlándome. Les digo que no voy con ellos. Insisten y acepto, con la condición de que me digan qué es lo que buscan. Me apuntan que a través de mí pueden ver acontecimientos que ocurrirán en la Tierra, entonces me doy cuenta que no son policías sino seres de otra dimensión. Les acompaño. Me encuentro en una sala tumbado sobre una cama de operaciones. No sé lo que hacen en mí. Cuando acaban me indican que va a ocurrir una catástrofe. Al momento me despierto y le cuento el sueño a mi esposa. Y ahí queda todo, aparentemente.

 Paloma (una amiga) llega a casa el sábado día 7 al mediodía y ya de entrada nos dice: "He tenido un sueño con Ángel el día cuatro un poco extraño". Intrigados, nos sentamos y comienza a relatarlo:

 «Me encontraba en el campo, cuando veo que una nave que estaba suspendida en el aire, frente a mí, se acerca. Aterrizó a pocos metros de mí. Tenía forma de dos platos unidos. De pronto una puerta se abrió, salieron dos seres. Llevaban un traje ajustado al cuerpo, plateado, cubriéndoles desde el cuello hasta los pies; su cara estaba descubierta, sus ojos eran rasgados, tipo oriental, el pelo era rubio y les llegaba hasta los hombros. »Me quedé paralizada de miedo. Se acercaron y me preguntaron: "Dónde está Ángel". Les contesté que no sabía dónde estaba (mentí pues sí lo sabía). La siguiente escena que vi era como te introducían en la nave, los tres a pie; de pronto me vi dentro de ésta, flotando. Tú (Ángel), estabas en una mesa de operaciones con muchos cables por el cuerpo. Había muchas pantallas parecidas a las de la televisión. Vi como te marcaban en la frente un triángulo con el vértice hacia arriba. Me miraron y me dijeron que tenías un cuerpo que no valía mucho, pero que la mente sí valía. También me dijeron que el día 17 habría una catástrofe. Pregunté de qué tipo y dónde, pero no me lo dijeron.»
El sueño acabó. Le conté el mío.

Nos sentamos a almorzar casi sin hablar. Después pusimos la televisión ―estaba sintonizada en el canal de Telemadrid―, comenzaba una película titulada: “Encuentros en la tercera fase". ¡Qué casualidad! 

Pasan los días… y llega el 17 de Octubre sin que nada fuera de lo común ocurra. Llega la noche. Me voy a la cama, duermo... De pronto, me despierto con una sensación de angustia horrible. Empiezo a sentir en mí el sufrimiento de mucha gente, me llegaba como si yo lo estuviera viviendo. Miré el reloj, pasaban muy pocos minutos de las 2 de la madrugada del 18 de Octubre. No volví a dormir en toda la noche. Por la mañana, como de costumbre, conecté la radio, escuché que un terremoto ocurrió en San Francisco, a las 17,04 horas del día 17, aquí ya 18 (hay 9 horas de diferencia). La hora coincidía. Comencé a encajar las piezas… Mi amiga nos llamó por teléfono aturdida, contándonos… que había tenido la misma experiencia que yo tuve por la noche. 

Pasan unos meses. En un canal de tv. emitían varios capítulos de una serie sobre fenómenos paranormales: “En busca del misterio” (Jiménez del Oso y J.J. Benítez). Los grabé. Poco a poco los fui viendo. Mi sorpresa fue mayúscula cuando vi uno grabado en un desierto de Méjico (La zona del silencio). La descripción de los seres que vieron, con un detalle: tenían en la frente, los dos seres, un triángulo con el vértice hacia arriba y un círculo en el centro. Nos quedamos de piedra.

Creo que todos los seres estamos conectados en el mundo en el que vivimos, así como entre las diversas dimensiones que componen la Realidad de la que formamos parte. Y vamos despertando poco a poco a una nueva forma de entenderla. Todo es Vida y Una, e infinitas sus manifestaciones.


UNA VISIÓN



Me he preguntado sobre la realidad de la existencia de vida tras ésta. Haciendo un recorrido a vuela pluma sobre lo acontecido hasta hoy, tengo que manifestar rotundamente que sí hay vida, que la muerte del cuerpo físico no es el final. Sé que quienes están en contra exigen pruebas fehacientes, que no sirven unos testimonios sin más. Pienso que la prueba irrefutable la tenemos cuando, cara a cara, nos encontramos con la parca. Paciencia…
Pero, mientras tanto, casi de soslayo, trastocando las leyes de la naturaleza conocidas, algo acontece que nos desarma ante la evidencia. Y, uno se pregunta: ¿me he vuelto loco?
¿Cómo explicar racionalmente visiones del futuro, cuando casi siquiera presentía las horas siguientes al despertar de un nuevo día? Con dieciocho años recién cumplidos me planteaba qué hacer con mi vida, estudiaba, trabajaba, pero no llenaba mi ser. Me parecía que faltaba algo vital. Y fue así, que un día me acerqué a un centro misionero de mi ciudad, quería conocerlos con un poco más de profundidad. Nunca antes había tenido un interés especial por la religiosidad organizada, soy bastante independiente y no me gusta seguir los pasos de nadie, aunque admito que hay personas históricas que han llamado mi atención, quizás porque caminaban donde nunca otros lo hicieron. 
“Casualmente” me encontré inmerso en un retiro espiritual junto a chicas y chicos jóvenes con los que intercambiábamos dudas e inquietudes propias de la edad. Tras una charla amena y una comida generosa, nos fuimos retirando a las habitaciones individuales a descansar, antes de proseguir nuevamente con testimonios de misioneros que estaban dando su vida por los demás alejados del primer mundo. 
Sentado sobre la cama, con la mente en blanco y sin saber cómo, la habitación se transformó en una inusual sala de cine. Ante mis ojos y a unos dos metros, contemplé absorto escenas en tres dimensiones en las que me veía involucrado en primera persona. Sabía, sin comprender cómo, que se referían al futuro de mi vida y la de otros, de gentes que conocería y de otras que no y, que sin embargo, estarían conectadas. Algunas tardarían poco tiempo en materializarse y otras tendría que esperar años para ello. Unas eran explícitas y otras envueltas en simbolismo, que sólo comprendería cuando llegara el momento adecuado. Cuando acabó la “película” quedé conmocionado, sin saber qué hacer y pensar. Me preguntaba si era real lo que había visionado: yo estaba seguro de estar despierto y plenamente consciente, con los pies bien anclados en tierra. Nunca antes me había ocurrido nada fuera de lo común y tampoco conocía de ningún hecho sobrenatural que le hubiera pasado a otros. ¿Qué estaba pasando?
Tenía que compartirlo con alguien de total confianza, pero no conocía a nadie… Quería comprender. Salí del dormitorio a tomar el aire y me encontré con un misionero que estuvo dando una charla por la mañana. Su figura era menuda, de avanzada edad, y a pesar de ello desprendía una gran energía. Pasaba sólo unos días en España antes de volver a su misión en una remota zona de Méjico. Su acento mejicano unido a su origen italiano le daba un aire muy particular.
Me saludó y me preguntó cómo estaba. En cierto modo, habíamos conectado ya durante la charla. En un instante, me dije “¿por qué no él?”. Le abrí mi corazón y mi “visión”. Se quedó sin palabras cuando acabé. Sin duda, y sin yo saber por qué, me creyó. Tras el impacto inicial sólo me dijo que siguiera adelante con el “camino” que había emprendido.
Volví a mi rutina durante unos meses, pero todo cambió cuando decidí ingresar en la orden misionera. El destino parecía estar marcado y eso que yo trataba de que no fuera así, pero los acontecimientos seguían un curso trazado de antemano… ¿por quién?
Mi estancia con ellos no fue lo larga que yo esperaba. Me preguntaba cómo podía permitir un Dios justo lo que acontecía a mi alrededor… Entré en una profunda crisis que me llevó por otros derroteros durante un tiempo, uno donde viera con mis propios ojos el resultado. Estaba, a mi pesar, escrito. Con los años he comprobado cómo se ha cumplido gran parte de lo que visioné. Y, sin pretenderlo, me encontré cómo el pasado remoto, sí, aquel que acontece antes de nacer y morir, volvía al presente de un modo que no imaginaba. No supe extraerlo de la visión hasta que llegó el momento adecuado. La reencarnación es una realidad y el olvido una “gracia divina”. Lo que planeamos materializar en esta encarnación es únicamente una continuación, un paso más, en una “ascensión” hacia uno mismo.
Un día alguien me dijo: “Confía”. Confío, porque he visto.
Esta Tierra, este mundo que habitamos, está inmerso en un profundo cambio. Es un ser vivo, como tú y yo. Es más, somos tú y yo. Un cambio es sinónimo de crecimiento. Estamos creciendo y ello implica dejar atrás una adolescencia que ya no nos corresponde. Pretender alargar en el espacio y el tiempo tal estado es ir contra la corriente del Río de la Vida. Es nuestra elección que sea breve, como lo es el paso de la adolescencia a la juventud. Somos un Ser vivo que está cambiando, no solo la piel, sino que, además, está dejando ver su alma… Y, algunas y algunos lo muestran ya. 
Y, concluyo, escribiendo que, al “uno mismo” al que vamos es maravilloso. A pesar de los momentos de sufrimiento, angustia, incomprensión, duda, el camino que emprendimos y queda casi olvidado en el tiempo, merece la pena haberlo emprendido. Ahora importa el presente.



DIEZ Y SIETE



Te alcanzo,
cual neblina ante mí.
Entro en ti,
todo lo abarcas.
No veo,
más en ti siento vivo cada poro de mi piel.
Llenas con tu contenido mi ser,
antes y después,
siempre existiendo.
Me expando por infinitos mundos de luz,
en una espiral sin principio ni fin.
Me siento aquí y allá,
ante ti,
cuál ave libre de volar donde quiera.
Nada se esconde a tu pensamiento,
eres todo,
soy todo contigo.

Uno, dos, tres… “diez y siete”.
Donde me sitúas anhelo llevarte.
Déjame ser… siempre,
aprender,
dudar,
sentir…,
amar tus infinitos universos.
Habitarlos.
Destruirlos.
Recrearlos.
Disfrutar el instante infinito
envuelto en tu bruma de amor eterno.

Llegar al Siete,
regalo de tu amor y mi esfuerzo,
hermosa corona de tu luz.
Después,
donde el Viento me lleve,
alcanzar la savia del Diez,
el Todo y la Nada.
Y unirlos en melodiosa aventura en el ocho,
puerta al Infinito.
Déjame sentir el “diez y siete”.



RECUERDOS VIVOS



Hace ya unos cuantos años una amiga me contó un hecho que, si no fuera por la sinceridad y honestidad que desprendía por todos los poros de su piel no la hubiera creído. Ya nos conocíamos de antaño y, aunque nos habíamos perdido la pista, la causalidad hizo que el reencuentro tuviera lugar. Llegó muy afectada por las consecuencias de una relación amorosa rota. Se desahogó, pero había algo que se quedaba en el tintero… Pasó el tiempo.
Tras contarle unas experiencias vividas por mí se atrevió a abrir su alma un poco más. Habló, mezclando las lágrimas con un sosiego que no era de este mundo. Sabía que no la tomaría por loca.
Quizás deba compartir primero algo que le conté y dio pie a que ella hablara…
Era el año 1987. Verano. Unos días de descanso y desconexión me llevaron junto a mi esposa y unos amigos a Valencia. Decidimos ir a visitar Morella, ciudad amurallada al norte de Castellón. Tras una agotadora y encantada visita, como colofón y un poco de reposo, entramos en la iglesia de Santa María la Mayor. Nos sentamos junto al altar, a su izquierda. Miré alrededor y me llamó la atención una efigie a tamaño natural de Jesucristo, y sobre su cabeza una aureola dorada con una cruz en su interior. Seguí ensimismado con la mente en blanco, los demás se fueron levantando y saliendo, y yo esperé un poco más… Eso creía. De pronto, mirando la cruz, ésta se transformó en una paloma blanca, era como si todo lo demás hubiera desaparecido… Ella se acercó, posándose en el respaldo del banco que tenía delante. Me miró. Sentí que tenía que soltar el “lastre” que me acompañaba desde mi nacimiento. Todo aquello que me impedía avanzar en la vida lo tenía presente. “Escuché” cómo ella me decía que el “lastre” lo pusiera sobre mi mano. Vi unos granos de trigo en ella. Y la paloma, si más, se los comió. Lo que estaba sucediendo no era de este mundo; yo estaba bien despierto… Sólo dejé hacer. Ella, en unos segundos, puso un pequeño huevo, indicándome que me lo comiera. Veo que tienes sentido del humor, pensé, pues soy vegetariano. Aun así, lo tomé con mi mano, lo puse en mi boca y lo tragué. “Escuché”: “Ahora dale calor para que eclosione dentro de ti”. Vi, después, cómo se alejaba volando hacia la efigie, posándose sobre su cabeza y desapareciendo, y en su lugar, volvía a ver la aureola.
¡Ángel! ¡Ángel! Escuché. Mi esposa me llamaba. ¡Van a cerrar! Llevas media hora aquí solo. Me quedé extrañado, pues para mí no pasó más de uno o dos minutos.
A veces, "El que Es -somos-", nos habla en un lenguaje simbólico que podemos desentrañar con el tiempo...
Este relato hizo el “milagro” de que mi amiga hablara, por cierto, se llama Paloma.

Con la intención de acabar con su vida se encerró en su habitación una noche de verano. Bajó la persiana y en la oscuridad quiso dar el triste paso a otra realidad, cuando de pronto, ante ella y viniendo de la ventana, un rayo de luz formó una pequeña esfera que se fue agrandando hasta tener la altura y la forma de un ser humano. La luz que en un principio la cegaba aminoró, mostró el rostro de un ser que ella definió como andrógino, de una belleza que nunca había visto antes, sus ojos rasgados; su cabello castaño, le caía a los lados hasta los hombros. Una túnica blanca le cubría el resto del cuerpo sin dejar traslucir sus pies, que no tocaban el suelo.
―¿Qué vas a hacer, Paloma? Escuchó sin que el “Ser” moviera los labios.
―¿Cómo sabes mi nombre? ¿Quién eres? —contestó ella.
―¿Has pensado en las consecuencias que tendrá tu acto en aquellos que te aman, en tus padres cuando por la mañana abran la puerta de tu habitación al ver que no sales? ¿El sufrimiento que innecesariamente les vas a ocasionar, lo has pensado?
Sin dejarla reaccionar, continuó con voz dulce y afectuosa:
«Yo soy tu creador, tu Dios. Yo… habito en ti. Eres un eslabón de una cadena que no debes cortar pues tu vida no es fruto de la casualidad. Debes irte cuando sea el día señalado y no antes. No es la primera vez que vienes a este mundo, ya has estado aquí antes. Ama. Ama. Ama. Volveré.»
El Ser de Luz fue disolviéndose y, como vino se fue. Ella, Paloma, vio el amanecer de un nuevo día en este mundo.
Antes pensaba que las casualidades existen, pero me he dado cuenta que no, que cuanto ocurre tiene una causa. Puede que no comprendamos, que no sepamos, que demos palos de ciego una y otra vez. Estos hechos son piezas de un puzle que escapan a mi comprensión y que ni siquiera podré desentrañar en vida, algunas respuestas y muchas preguntas me sugieren; quizás no sea lo importante y puedan ser además una trampa en la que la mente disfruta y le gusta perderse, olvidándonos del mensaje sencillo que implica y que, en el fondo, es el motor de nuestras vidas… El Amor.


LA CREACIÓN


El mar creó los peces para descubrirse a si mismo.
La tierra creó a las plantas para sentirse,
a los animales para fortalecerse,
y ...
al ser humano para valorarse.
El cielo creó las aves para verse.
El universo creó las estrellas para contemplarse.

Y…
Yo creé el Espíritu de la Vida para manifestarme en vosotros,
en Mí.




HACIA LA PAZ DEL ALMA



Se alejó de sus seguidores en busca de un poco de soledad. Pensativo avanzaba sorteando cuantas piedras veía en su camino…
–¿Y si no comprenden la profundidad, la esencia del mensaje que trato de trasmitirles? –se decía–. Continuó sumido en sus pensamientos…
‒No he venido a este mundo a cambiarlos, ni puedo ni quiero, sólo pretendo señalar, apuntar en una dirección que ha sido silenciada durante tanto tiempo… Son tiempos difíciles en que la simple subsistencia ya ocupa toda la atención y toda la fuerza necesaria del día a día. ¿Cómo hacerlos ver la necesidad de una búsqueda interior? ¿Cómo conducirlos hacía su propio corazón, su alma, cuando la ira los convierte en ciegos? ¿Cómo infundirles esperanza cuando durante generaciones viven esclavos, sometidos a poderes ajenos que los desprecian y humillan constantemente?
El silencio se hizo presente. Sus pensamientos se alejaban al igual que las nubes en la lontananza. El canto de unos gorriones le hizo sonreír.
 –Ya sé, –los decía–, vosotros no estáis preocupados, dejáis que el momento presente os ocupe por completo. Os guiais por instinto, sabéis sin necesidad de saber… Vuestro Padre y vuestra Madre se ocupan de vosotros.
Ellos picoteaban entre los matorrales ¿ajenos a él?
Confianza… Se repetía, una y otra vez.
 –Yo sé porque he encontrado la paz que tanto ansiaba, –continuó–. He sufrido lo indecible. He caído tantas veces… y ¿cuántas no quise levantarme? Busqué, indagué… Conocí a otros buscadores como yo. Los desiertos no lo son tanto. Almas errantes los han atravesado y aún hoy en día lo siguen haciendo, pero ¿cuántos no se han perdido en él? Tengo mis manos, ajadas por el trabajo, entregadas a quienes las han solicitado y aun a quienes han querido verlas separadas de mi cuerpo. Hoy sigo con mis manos señalando el camino hacia la paz del alma. Hoy, sólo sigo sabiendo abrirlas, ofrecéroslas, tendiendo puentes entre vuestro ser y el mío. Hoy vuelvo a sonreír porque vuestros ojos ven y vuestras manos generosas se entregan una y otra vez allá donde son necesarias, lo demás… viene por añadidura. Éste es el camino hacia la paz: la entrega completa al ser que somos… todos.

Los gorriones, en bandada, levantaron el vuelo en busca de un buen árbol en el que cobijarse para pasar la noche, el alba de un nuevo día los esperaba, aunque éstos no pensaran en ello...

“Yo soy la voz que clama en el desierto”, –decía un viejo amigo–. Ahora mi alma se ha convertido en un gorrioncillo… confío. No hay desiertos, ni montañas, ni siquiera mares en mí que cruzar. Sin embargo, es tan poco lo que sé que pueda deciros: “¿Helo aquí… Helo allá?” Mi vida se ha convertido en un viaje, un eterno viaje al interior de mí alma y, vislumbro que más allá de mi alma hay una puerta que se entreabre y su luz ciega mis ojos, es tanta…




OTRAS AGUAS



Baja el agua por el arroyo cristalino. Estoy absorto mirándolo sin darme cuenta que la realidad que percibo, el aire que respiro, no son de este mundo. Las montañas nevadas pintan un paisaje de ensueño, de un tiempo quizás pasado o por realizarse… No sé ni quiero saberlo, solamente deseo seguir en este instante eterno, retenerlo mientras pueda antes de despertar, antes que se disuelva en la nada. Sin pensarlo, me lanzo a la laguna, destino del torrente que busca el remanso de paz y quietud ansiado. Siento como si volviera al seno materno, flotando en el vacío, protegido, amado, deseado.  
No estoy solo, otros, como yo, surgidos de quién sabe qué origen, nadan, se sumergen hasta las profundidades insondables con un solo deseo: ir un poco más allá, más lejos de lo que nadie antes se atrevió a soñar.
Levanto la mirada hacia el cielo plagado de estrellas, nebulosas, galaxias remotas, que me invitan en una cita que mi memoria ha olvidado y mi alma reclama. Como un rayo emerjo despedido de las cálidas aguas, directo a otras inmersas en un océano sempiterno de luz y color.

¡Qué pequeño es mi mundo! ¡Cuánta belleza oculta en el universo deseosa de ser encontrada, sentida, amada… fecundada! 


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