RECUERDOS VIVOS



Hace ya unos cuantos años una amiga me contó un hecho que, si no fuera por la sinceridad y honestidad que desprendía por todos los poros de su piel no la hubiera creído. Ya nos conocíamos de antaño y, aunque nos habíamos perdido la pista, la causalidad hizo que el reencuentro tuviera lugar. Llegó muy afectada por las consecuencias de una relación amorosa rota. Se desahogó, pero había algo que se quedaba en el tintero… Pasó el tiempo.
Tras contarle unas experiencias vividas por mí se atrevió a abrir su alma un poco más. Habló, mezclando las lágrimas con un sosiego que no era de este mundo. Sabía que no la tomaría por loca.
Quizás deba compartir primero algo que le conté y dio pie a que ella hablara…
Era el año 1987. Verano. Unos días de descanso y desconexión me llevaron junto a mi esposa y unos amigos a Valencia. Decidimos ir a visitar Morella, ciudad amurallada al norte de Castellón. Tras una agotadora y encantada visita, como colofón y un poco de reposo, entramos en la iglesia de Santa María la Mayor. Nos sentamos junto al altar, a su izquierda. Miré alrededor y me llamó la atención una efigie a tamaño natural de Jesucristo, y sobre su cabeza una aureola dorada con una cruz en su interior. Seguí ensimismado con la mente en blanco, los demás se fueron levantando y saliendo, y yo esperé un poco más… Eso creía. De pronto, mirando la cruz, ésta se transformó en una paloma blanca, era como si todo lo demás hubiera desaparecido… Ella se acercó, posándose en el respaldo del banco que tenía delante. Me miró. Sentí que tenía que soltar el “lastre” que me acompañaba desde mi nacimiento. Todo aquello que me impedía avanzar en la vida lo tenía presente. “Escuché” cómo ella me decía que el “lastre” lo pusiera sobre mi mano. Vi unos granos de trigo en ella. Y la paloma, si más, se los comió. Lo que estaba sucediendo no era de este mundo; yo estaba bien despierto… Sólo dejé hacer. Ella, en unos segundos, puso un pequeño huevo, indicándome que me lo comiera. Veo que tienes sentido del humor, pensé, pues soy vegetariano. Aun así, lo tomé con mi mano, lo puse en mi boca y lo tragué. “Escuché”: “Ahora dale calor para que eclosione dentro de ti”. Vi, después, cómo se alejaba volando hacia la efigie, posándose sobre su cabeza y desapareciendo, y en su lugar, volvía a ver la aureola.
¡Ángel! ¡Ángel! Escuché. Mi esposa me llamaba. ¡Van a cerrar! Llevas media hora aquí solo. Me quedé extrañado, pues para mí no pasó más de uno o dos minutos.
A veces, "El que Es -somos-", nos habla en un lenguaje simbólico que podemos desentrañar con el tiempo...
Este relato hizo el “milagro” de que mi amiga hablara, por cierto, se llama Paloma.

Con la intención de acabar con su vida se encerró en su habitación una noche de verano. Bajó la persiana y en la oscuridad quiso dar el triste paso a otra realidad, cuando de pronto, ante ella y viniendo de la ventana, un rayo de luz formó una pequeña esfera que se fue agrandando hasta tener la altura y la forma de un ser humano. La luz que en un principio la cegaba aminoró, mostró el rostro de un ser que ella definió como andrógino, de una belleza que nunca había visto antes, sus ojos rasgados; su cabello castaño, le caía a los lados hasta los hombros. Una túnica blanca le cubría el resto del cuerpo sin dejar traslucir sus pies, que no tocaban el suelo.
―¿Qué vas a hacer, Paloma? Escuchó sin que el “Ser” moviera los labios.
―¿Cómo sabes mi nombre? ¿Quién eres? —contestó ella.
―¿Has pensado en las consecuencias que tendrá tu acto en aquellos que te aman, en tus padres cuando por la mañana abran la puerta de tu habitación al ver que no sales? ¿El sufrimiento que innecesariamente les vas a ocasionar, lo has pensado?
Sin dejarla reaccionar, continuó con voz dulce y afectuosa:
«Yo soy tu creador, tu Dios. Yo… habito en ti. Eres un eslabón de una cadena que no debes cortar pues tu vida no es fruto de la casualidad. Debes irte cuando sea el día señalado y no antes. No es la primera vez que vienes a este mundo, ya has estado aquí antes. Ama. Ama. Ama. Volveré.»
El Ser de Luz fue disolviéndose y, como vino se fue. Ella, Paloma, vio el amanecer de un nuevo día en este mundo.
Antes pensaba que las casualidades existen, pero me he dado cuenta que no, que cuanto ocurre tiene una causa. Puede que no comprendamos, que no sepamos, que demos palos de ciego una y otra vez. Estos hechos son piezas de un puzle que escapan a mi comprensión y que ni siquiera podré desentrañar en vida, algunas respuestas y muchas preguntas me sugieren; quizás no sea lo importante y puedan ser además una trampa en la que la mente disfruta y le gusta perderse, olvidándonos del mensaje sencillo que implica y que, en el fondo, es el motor de nuestras vidas… El Amor.


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