PERDIDO



Cuando crees todo perdido. 

Cuando el pozo parece no tener fin.

Cuando te sientes señalado.

Cuando sólo deseas gritar ¡basta!

Escucha tu corazón.

Su tic-tac te recuerda que estás vivo, 

muy vivo.

Sonríe. 

Otros te sonríen y te quieren sin juicios, 

por puro Amor.



VOCES SOLIDARIAS



Dejé atrás mi tierra, 

la bandada.

¿Dónde vas? Burlándose, me decían.

Cansado de la monotonía,

de sólo vivir para comer. Respondí.

Emprendí mi primer vuelo en soledad, 

elevándome donde nunca antes pude llegar.

El inmenso océano por hogar.

Cansado, 

con sueño,

planeando,

me dejé llevar.

Estoy aprendiendo a vivir

sin ninguna tierra tocar.

Soy hijo del viento,

nadie me puede domar.


Una voz acabó con mi aislamiento.

-¿Dónde vas, casi sin aliento?

-Practicando técnicas de vuelo.

-¿Te puedo acompañar si no molesto?

-¿Por qué no? Vayamos.

-¿Y por qué sola vas?

-No estoy sola,

voy al otro lado del mar.

Allí está mi bandada, 

gaviotas solidarias.

Somos pocas mas vivimos en libertad.

-¿Me aceptáis?

-Conmigo ya estás.

¡Vamos, más allá!


ME DUELE TU DOLOR



 Me desperté sobresaltado al escuchar unos gritos desgarradores. Aturdido salté de la cama y vistiéndome con celeridad salí de casa. No había duda de donde provenían al identificar la voz, es mi vecina.

 ¡Mi hija, mi hija! Entre llanto y pavor escuché. Golpeé con fuerza la puerta. Me abrió. Nunca olvidaré su rostro desgarrador.

 Me abrazó. No supe como consolarla ni entendía bien el por qué. ¿Mi hija…? ¿Pero qué ha pasado? Unos pasos atrás y corrió a la habitación de su hija, la seguí. 

 Recostada en su cama, un charco de sangre empapaba el edredón. Su cabeza ladeada. Ni rastro de vida… No supe qué hacer. Sacando fuerzas de las entrañas reaccioné. Me acerqué comprobando su pulso, ya nada se podía hacer.

 ¿Por qué? Me pregunté.

 Como si me hubiera escuchado, María, así se llama mi vecina, dijo: “Ayer llegó del instituto llorando. ¡No puedo más, no puedo más! No dijo más. Y se fue al baño. No quiso comer y se acostó”.

 En la mesilla junto a su móvil una nota. La cogí.

 “Te quiero mamá. Tu siempre me has aceptado como soy. Gracias por ser quien eres. Siento que los demás no me comprendan ni me acepten. Te espero en el cielo, donde puedo ser quien soy".

 No pude aguantar las lágrimas…

 Me duele tu dolor.


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