ME DUELE TU DOLOR



 Me desperté sobresaltado al escuchar unos gritos desgarradores. Aturdido salté de la cama y vistiéndome con celeridad salí de casa. No había duda de donde provenían al identificar la voz, es mi vecina.

 ¡Mi hija, mi hija! Entre llanto y pavor escuché. Golpeé con fuerza la puerta. Me abrió. Nunca olvidaré su rostro desgarrador.

 Me abrazó. No supe como consolarla ni entendía bien el por qué. ¿Mi hija…? ¿Pero qué ha pasado? Unos pasos atrás y corrió a la habitación de su hija, la seguí. 

 Recostada en su cama, un charco de sangre empapaba el edredón. Su cabeza ladeada. Ni rastro de vida… No supe qué hacer. Sacando fuerzas de las entrañas reaccioné. Me acerqué comprobando su pulso, ya nada se podía hacer.

 ¿Por qué? Me pregunté.

 Como si me hubiera escuchado, María, así se llama mi vecina, dijo: “Ayer llegó del instituto llorando. ¡No puedo más, no puedo más! No dijo más. Y se fue al baño. No quiso comer y se acostó”.

 En la mesilla junto a su móvil una nota. La cogí.

 “Te quiero mamá. Tu siempre me has aceptado como soy. Gracias por ser quien eres. Siento que los demás no me comprendan ni me acepten. Te espero en el cielo, donde puedo ser quien soy".

 No pude aguantar las lágrimas…

 Me duele tu dolor.


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