LOS PIES DESCALZOS


No son unos pies cualquiera, son los pies de la vergüenza de quienes le han empujado a caminar miles de kilómetros huyendo del sufrimiento, la barbarie, la muerte… y del silencio cómplice de quienes miran a otro lado.
No lo ha decidido él, un niño, sino sus padres, que aun con temor de no llegar a su destino, lo prefieren a seguir siendo humillados, tratados peor de como tratamos el ganado camino al matadero. Huyen de la guerra en Siria, podría ser de cualquiera, son muchas las que hay en este mundo.
Hace siglos, otro ser humano, con los pies descalzos, fue conducido al encuentro con la muerte. Lo clavamos en una cruz con nuestro miedo. ¿No hemos aprendido la lección? ¿Seguimos tratándonos unos a otros como enemigos? ¿Quién se proclama ser superior para decidir si tenemos derecho o no a existir? No hemos cambiado tanto, seguimos guerreando por unas tierras, acallando conciencias por un pedazo de pan, matando en nombre de no sé qué libertad. Hay veces que me cuesta reconocer que hay esperanza; que lo que le acontece a este niño no es más que una pesadilla a punto de terminar.
Creo en el ser humano, en la voz de los que permanecen en silencio, en quienes valoran la verdad y la dignidad por encima de un puñado de monedas.
Creo, aunque a veces me cuesta…

Lo que le ocurre a  él, a mí me sucede.


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