SINFONÍA



Otros nombres, otros rostros. Muchas tierras pisaron nuestros pies. Alentados por un deseo innato grabado a fuego, acordamos un nuevo encuentro y aunque nuestras personalidades sean hoy completamente diferentes y aun bañadas por la amnesia, un hilo conductor haría posible lo que nuestras almas anhelan. Nos planteamos nuevos retos, sabríamos que viejos conflictos podrían aparecer, más también conocíamos la fuerza que nos habita y los acabarían disolviendo. Somos capaces de comprender la singularidad de nuestro proyecto: un instrumento diferente a otros tocando en una sinfonía, una sinfonía inacabada que espera nuestra aportación creativa. Puede que con sonidos estridentes mientras ensayamos, descompasados… Posiblemente tardemos tiempo en alcanzar un sonido mínimamente aceptable, pero, ante todo, es y será el nuestro, nacido de nuestras entrañas. 

En cada una, en cada uno, está la melodía inscrita, tiene el ritmo que nuestros corazones quieren imprimirlo. Dejemos que siga fluyendo y nuestras personalidades dancen al compás, cada una diferente, mas imprescindible. Aunque tenemos todo el tiempo del mundo, es ahora cuando “los astros se han confabulado para que así sea”, porque nosotros lo hemos decidido así.

Ofrezcamos la singularidad de nuestra alma, dejemos que nuestra personalidad esté en sintonía con ella. Trabajemos en la cotidianeidad, donde nuestros pies tocan tierra, pues el instrumento que tocamos no sabe de barreras de tiempo ni espacio. Paso a paso, sabiendo que no estamos solos. El Sol que tú ves es el mismo que veo yo.

Yo escucho el sonido de tu alma, ¿escuchas tú el mío?

Una sinfonía está sonando. Unas palabras la acompañan: “Escucha la canción de la alegría…”


COMO MI ALMA



Una hoja cae...
La última.
El árbol se desnuda... como mi alma.
Día a día,
tras las lluvias de otoño,
bajo el rigor del invierno,
acabará disolviéndose... como mi alma.
Volverá la primavera... como mi alma.


MI ESTACIÓN




Con mi bastón, ligero de equipaje. Sin mapa ni guía.
Sin trayecto trazado voy  caminando.

El día llegando a su fin.
El cansancio haciendo mella.
A la vera del camino me siento.
Parada forzada.

Una bandada de pájaros guiados por las estrellas sigue su rumbo.
Conocen su ruta para subsistir. Las estaciones sus vidas van marcando.
La primavera florecida, el verano reluciente, el otoño dorado, el invierno gélido.

Así, cavilando, el sueño me va venciendo.
El Sol emerge.
Me levanto, doy unos pasos y sigo caminando.
Y me voy preguntando…
¿Cuál estación marca mi tiempo?
Qué importa,
ni el futuro ni el pasado...
Sólo sigo la estela de los pájaros.



SOY EN EL NO-SER




Contemplo mi vida, con sus alegrías y tristezas. 
Cuando veo el camino transcurrido, siempre acabo mirando el agua serena del lago. Veo a quien no es y sin embargo ahí está. Lo toco y se disgrega, volviendo instantes después a mostrarse como antes. 
Me levanto y sigo mi camino. ¿Habrá desaparecido mi rostro con mi partida, o algo de mí permanece en el lago para siempre?
Levanto la vista hacia la bóveda celeste. En la despejada noche, elevo mi mano hasta “tocar” una estrella con un dedo. ¿Qué nos separa, qué nos une? 
Soy en el No-ser. 
Sigo caminando, eterno peregrino.


EL OTRO MAESTRO



En los últimos días del Maestro caminaba junto a Él un anciano delgado y andrajoso. Escuchaba sus palabras siempre desde lejos, apartado de todos. Las arrugas de su rostro revelaban una vida dura bajo el sol ardiente y abrasador del desierto.
Algunas miradas cruzadas, mas ningún diálogo surgía entre ellos.

Al alba, cuando aún dormían todos los que querían escuchar sus palabras, bajo algunos olivos, el Maestro se acercó al anciano que se encontraba recostado en una piedra. El rocío empapaba sus ropas, le tapó con su manto y le preguntó:
– ¿Venerable anciano porqué me sigues si tú ya vives en el reino de Dios?

El anciano le miró, sus ojos se perdían en la oquedad ocular, mas unas lágrimas comenzaron a descender por sus mejillas. Una voz casi inaudible surgió desde lo más profundo de su alma:
–Maestro, desde niño he escuchado una voz interior que me repetía sin cesar que viviría lo suficiente para verte. Sí, vive desde hace años en mí la gracia del Creador, pero la soledad siempre fue mi compañía, hasta que hace unos días unos pastores me hablaron de un hombre que predicaba el amor para con los enemigos. No quería morir sin conocerte y escuchar tus palabras y saber si eras aquel que siempre esperé.

–Venerable anciano, tú me precedes en el Reino de Dios, estabas en él cuando mi Padre me envió a este mundo y me recibirás cuando a él vuelva. Eres bienaventurado y puro de corazón, muy pronto verás a Dios.

El anciano se recostó en el hombro del Maestro cerrando sus ojos por última vez. Le besó en la frente y tras unos minutos de silencio dejó el cuerpo envuelto con el manto.
Se levantó, al acercarse a aquellos que comenzaban a despertarse no pudo impedir que unas lágrimas brotaran. 
Un joven, casi un chiquillo, mirándole le preguntó:
– ¿Qué ocurre, por qué lloras Maestro?

Él, le miró fijamente, cerró sus párpados, puso su mano derecha sobre su corazón y con voz pausada le respondió:
–Acabo de ver a mi Maestro partir a la casa de mi Padre.

Con una leve sonrisa se alejó…




“ABAJO”, AL OTRO LADO.



Intranquilo y dubitativo ante la responsabilidad que acarreaba una nueva inmersión en el “barro” ‒tiempo hacía de mi última vez‒, andaba de un lado a otro. Decir “sí” implicaba olvidarme nuevamente de mi “paraíso”, de mis amigos, de una paz y comprensión inigualables. Es mi alma quien así meditaba en silencio. Claro que mi mutismo era leído por cualquiera, pero me permitía esta licencia muy “humana” adquirida al otro lado de la Vida ‒el reino donde nada permanece inalterable‒, muy al contrario del lugar en que me hallo, donde el fuego interno es la luz infinita en la que soy, somos… pura y eterna conciencia. Cuando me vaya me la llevaré conmigo. Es la joya que me calmará cuando sumergido en las agitadas aguas de mis emociones sienta ahogarme; la claridad, cuando mi mente sea arrastrada a las sombrías profundidades de mi alma; el calor, cuando el frío contacto con mi ego me haga olvidar quien soy.

‒¡Hola! 
Levanto la vista, aún ensimismado en mis pensamientos. Sonrío. Levanto mi mano, devolviendo el saludo. Una vieja amiga se acerca. Ella ya ha decidido la fecha de su partida, será unos pocos años antes que la mía, lo cual si seguimos el plan trazado, nos reencontraremos “allá abajo”. Esta vez será un encuentro breve, mas ambos sabremos que somos viejos amigos del alma.
‒¿Aún dudas? ‒me dice.
‒No es la duda la causa de mis “males”, sino si seré capaz de soportar la fuerte atracción de la materia, si podré domesticar a tan brutal contrincante o seré absorbido por ésta. Sé que el fracaso no existe, que cualquier decisión que tome será comprendida dada la dificultad de mi objetivo. También sé muy bien que no estaré solo, tú y otros ya hemos acordado ayudarnos mutuamente allanando un poco el camino cuesta arriba que nos espera.
‒¿Temes que te ocurra como en el pasado sucedió? No estés preocupado, cuanto pasaste ha sentado una base inalterable en tu alma. Ya sabes de qué estás hecho, y esto no se olvida nunca. Te aferrarás a ello cuando te sientas abandonado, vacío. Recordarás. Escucharás, sin palabras, cómo fluye la Vida y te dejarás llevar, del mismo modo en que un recién nacido es mecido en los brazos de su madre amante. Sólo sentir, nada más.
‒¿Cuándo partes? ‒le pregunté.
‒Al alba de un nuevo día en la Tierra que me verá nacer. Ya sabes que nuestro tiempo aquí nada tiene que ver con el de “abajo”: un día son mil años y mil años, un día. Es “ya”, cuando así lo sienta mi Ser Profundo, mientras tanto, disfruto de mi estancia. Hasta pronto. Nos veremos cuando así lo deseemos.
‒Hasta dentro de un rato, ‒le contesté sonriendo.
Su alma es pura alegría, por donde pasa deja su estela que tarda en disolverse…
Ni siquiera aquí existe la casualidad. Sus palabras han calado en mí. La decisión está tomada. Acepto el riesgo.

Todo cuanto me rodeaba está desapareciendo:  casas, gentes, paisaje…, todo.
Ahora la nada. Es aquí, donde el alma pierde su nombre, ni arriba ni abajo, nada donde asirme. Es la Voz del silencio la que me habla, sin palabras. “Sí”, es todo cuanto me atrevo a pronunciar. Una cálida luz me envuelve. Soy la luz, es cuanto necesito saber.
Al fondo, un punto oscuro me atrae irremediablemente. Un llanto, el mío, rompe el silencio. Tanta luz me ciega. Cuesta adaptarse a la oscura luz de “abajo”.


LIBRE… EN TI



Te vi,
vi la vida pasar en ti.
¡No te alejes!
Déjame sentirte una vez más,
escuchar tus mudas palabras.
Alma,
al trasluz te muestras espléndida.
¡Vuela! ¡Vuela!

Alma mía,
dejo atrás el dolor,
la aflicción…
¡Soy libre!
¡Siempre lo he sido!
Hoy lo descubrí.

Tú, ya no eres diferente a mí.
Te busqué lejos,
no te hallé en los templos,
ni siquiera en el desierto.
Escuché la voz de maestros,
reflexioné sus enseñanzas
hasta que sus palabras se disolvieron en la nada.
Entonces apareciste tú, desnuda.
Y supe que siempre era yo quien me señalaba siempre el camino.

Soy el sonido de una oración silenciosa.
Te siento,
alma mía,
callada,
como la llama que nunca se apaga en mí.
¡Vuelo!
Libre… en ti.



EL ÁGUILA



En la aldea estaban inquietos contemplando la puesta del Sol, era la última según les habían contado. Un aldeano, triste, se alejó  tomando el camino al monte. Cuando llegó a su cima, rompió a llorar. No comprendía qué estaba pasando. ¿Era verdad que la vida acabaría, que en la nada se disolvería la existencia de todos?
La oscuridad de la noche le alcanzó. Un águila revoloteaba sobre el aldeano. Acabó posándose junto a él.  ¡Acompáñame! –le conminó–.  Él, extrañado, se acercó al águila. ¡Sube sobre mi lomo!, casi le exigió éste.  Al poco se encontraron volando rumbo al Este. Un viento cada vez más intenso soplaba tras ellos, tanto que se encontraron en las antípodas de su mundo en pocos minutos. Llegaron a una playa en una isla perdida.
¡Observa el mar! –dijo el águila.
El aldeano así lo hizo sin saber porqué. En segundos, sobre la inmensidad del mar, en medio de la oscuridad, una pequeña luz asomaba por el horizonte. Poco a poco se fue haciendo más grande. El aldeano sorprendido contemplaba un Sol como el que él conocía. Sin palabras, el águila, le requirió que subiera nuevamente sobre él.
Emprendieron el viaje de vuelta a la aldea. Otra vez el viento sopló con fuerza. En segundos se encontraron a la entrada de ésta. Otra vez la noche. Se despidieron con un ¡hasta pronto!
El aldeano alborozado corrió a comunicar a sus congéneres que pronto saldría el Sol, pues lo había visto. ¡No había muerto! Les contó su encuentro con el águila, pocos le creyeron. A él no le importó, lo había vivido y nada necesitaba demostrar, sólo dejar que el tiempo pasara. Sabía que la esperanza de un nuevo amanecer, la certeza de un nuevo día no eran una quimera, sino una realidad porque él lo contempló.



TU PATRIA ES LA HUMANIDAD



En medio de la batalla,
la guerra sin tregua avanza.
Tus ojos enrojecidos,
cansados,
hartos de llorar por los hijos muertos,
los amigos desaparecidos.
Las noticias nada bueno presagian.
Nuevas armas
llegan:
explosivos que no distinguen a unos de otros,
amigos de enemigos,
ricos de pobres,
de ideologías.
Bombas que cercenan la vida sagrada.
El odio,
la venganza,
sentimientos de la bestia inhumana,
¡alejaos de esta tierra!

¿Aún no estás cansado de sufrir?
¿Quieres aún más dolor?
Con la violencia sólo conseguirás hundirte en el fango,
en un mundo de pesadilla.
Las víctimas se levantan y te recuerdan
que la vida es sagrada.
Tu siembra de terror
sólo alargará tu agonía,
estás muerto en vida.
¡Resucita!
Deja las armas y habla.
Acaba con la pesadilla de tu alma.
Tu patria es… la humanidad.


UNA HOGAZA



Tiempos convulsos los de ayer.
Hora de comer.
Mi plato vacío, el tuyo también.

Al viento grité mi rabia.
Un muro de hombres grises a sueldo de una mafia,
impide que tú y yo al otro lado vayamos.
Cuentan que manjares venidos de otros lares,
colman despensas y falacias.

¡Ay, pobre desgraciado!
Tu ventura de siervo es.
“Doctores” lo dicen y repiten hasta el hartazgo.
¡Duerme en lechos de fango!
¡Trabaja noche y día!
Cuando fatigado caigas, otras manos harán tu faena.
Reproducíos como conejos.
Como ellos, acabaréis de un golpe certero en el cogote…
Que al otro lado os espera la parca con grilletes y guadaña.
¡Malnacido!
¡Paria!
¡Sin valía!
¡Nunca serás nada!

Tantos años escuché su soflama que incluso creído fue en mi alma.
Perdida toda esperanza y vacía mi panza.
Lloré afligido por vez postrera.

Otras voces, distintas palabras, obraron el portento:
“¡Levántate y anda!”

Tiempo anhelante el presente.
Ya de nada vale tu fútil proclama.
No tienes poder, muros, ni doctos.
No te creo, a nadie engañas.
Tu mundo se derrumba más cada día,
el nuestro se arma de ladrillos y esperanza.
Construimos una realidad donde no tienen cabida el oro ni la plata.

Fraternidad, nobleza y dignidad.
Valores amasados en la oscuridad, hoy lucen al alba.
Una hogaza destaca en tu mesa, en la mía…, en la nuestra.
“Tomad y comed… un pedazo de pan sin leyes ni comedia”.



ESTAMOS DE PASO



Hacía tiempo que no los veía, desde el último verano y, sin embargo, les echaba de menos. Nuestras conversaciones solían ser breves, chapurreaban un poco el castellano y yo, más allá de hola y adiós en su idioma, nada. Ellos, un matrimonio de alemanes, pasaban sus últimos años de vida en la costa levantina disfrutando de un sol que les costaba ver en su tierra.
La playa solía ser nuestro lugar de encuentro. Eran madrugadores y siempre los primeros en deleitarse de un baño reparador. Para mí un poco fría a horas tempranas. 
Yo prefiero caminar a la orilla del mar, dejando que el agua acaricie mis pies; contemplando la distinta tonalidad, azul, turquesa, gris… que adquiere éste en lontananza, nunca es la misma. Después sí, dejo que el agua cubra mi cuerpo, meciéndome como un bebé en la cuna. Cierro mis ojos y olvido. Olvido cuanto me aleja del silencio, sólo escucho el dócil oleaje rozando mi piel.
Hoy, cuando pensaba que su alejamiento era definitivo, temiendo lo peor -estamos de paso, como dice una vieja canción-, los vi. Sonrieron. Sonreí. Nos abrazamos. 
Supe enseguida el motivo de su larga ausencia. La calvicie de ella delataba la causa. Cáncer. Los dos, como niños, trataban de explicar lo sucedido meses atrás. La dura lucha para vencer el pesimismo y la depresión; el paso por el quirófano; las sesiones de quimioterapia; las analíticas dando resultados esperanzadores… Hoy, ambos, se sentían más vivos que nunca.
Felices de poder sumergirnos, una vez más en las cálidas aguas del Mediterráneo, nos adentramos lentamente, disfrutando del instante, único en la eternidad. 
Hoy aquí, mañana… “qui lo sa”.



CONTIGO



Ya han pasado dos meses desde que te fuiste. Dura batalla la que has vivido hasta que ya, sin fuerzas, decidiste exhalar tu último aliento. Soltaste el aire, el poco que pudiste guardar en tus pulmones gastados tras largos años de resistir los embates de la enfermedad, estando ya inconsciente.
Días atrás mostrabas tus dudas lógicas, de si habría algo más al morir. Te costó abrir tu alma, pues esto significaba que empezabas a aceptar que el final estaba próximo... y no querías. Buscaste aferrarte a la vida ilusionándote con nuevos proyectos. “Voy a hacer…”, decías una y otra vez. Mirabas tras la ventana las montañas y preguntabas: “¿Cuándo voy a salir de aquí?” Yo callaba sabiendo que lo inevitable se acercaba irremediablemente. Lo hice hasta el final. Y, aún hoy sigo en silencio pues los recuerdos de tu larga agonía, innecesaria desde un punto de vista humano, prolongaron los latidos de tu corazón más allá de lo razonable. ¿Qué sentido tiene tal sufrimiento a tu alma? ¿Consecuencia de tu modo de vivir donde la realidad de tu existencia acababa con la muerte? ¿Tenías algo pendiente que hacer que te impedía marchar?
El miedo te atenazaba noche y día. En algún momento intentabas preguntar de soslayo sobre algunas de las experiencias “extrañas” vividas por tu hermana, por mí. Querías creer, pero tu razón negaba una y otra vez la posibilidad de lo “imposible”. No, no había nada que demostrar. Sabíamos que pronto te encontrarías cara a cara con la otra realidad y, lo que tu ser pedía a gritos era… afecto, aquí y ahora.
Tu mano solicitaba las nuestras una y otra vez y, hora tras hora, acompañado de una sonrisa, es cuanto te dimos y aceptaste.
No querías que la muerte te acariciara en soledad y tu deseo fue cumplido… A ambos lados del decorado de la Vida, quienes te amamos, estábamos contigo. Estamos hoy contigo.



UN NUEVO COMIENZO



Caminé en la oscuridad absorto en mis pensamientos sin un rumbo fijo. Me senté en un banco de un parque sin nombre. El silencio se palpaba. A lo lejos, algunos  viandantes en busca de su destino, ¿quién sabe qué les ocurriría al día siguiente? Ahora, el tiempo parecía haberse detenido… Alguien me dijo que ocurriría y que sabría, llegado el momento, qué  acontecimiento marcaría un nuevo comienzo en mi vida. Parece que la vida es una suma de acontecimientos donde da la sensación que acaban superponiéndose unos con otros, en mi mente se amontonan como si todos pasaran al mismo tiempo. Pasado, presente, futuro…, ¿qué son en realidad?
Y vi, ante mí, cómo aquel vagabundo se acercó decidido, parecía como si se encontrara con un viejo amigo. 
¡Hola! –me dijo. 
Del mismo modo respondí, aunque sin ningún ánimo en especial. 
Se sentó a mi lado. Sacó  de una bolsa un pequeño paquete. De reojo veía sus movimientos, como no queriendo darle importancia. Era un bocadillo bien envuelto en papel de aluminio. 
–Me lo acaban de regalar –me dijo, sonriendo. 
Lo partió por la mitad. 
–¿Quieres un poco?
–No, gracias. No tengo hambre.
–¿Has observado que la oscuridad no es tal cuando se adapta tu visión pasados unos minutos? –continuó hablando–. Mira los árboles. ¿Ves aquella rama que sobresale de aquel, la luz que la rodea? La señaló con un dedo. 
En realidad no me fijé en la rama que señalaba, sino en el dedo que lo indicaba. Era su dedo índice el que parecía tener un brillo centelleante, un suave dorado. No me atreví a decírselo. Me fijé en la rama, aunque sí la veía con más nitidez que al principio, pero nada fuera de lo normal. No sabía qué hacer, ni qué decir, tampoco es que yo fuera un gran interlocutor. Nada tenía que perder, pensé.
–No he visto nada en particular en la rama, pero sí me ha llamado la atención el dedo que la señalaba.
–¿Qué has visto?
–Una luz que lo envolvía.
–¿Y?
–Pues que nunca había visto nada igual, aunque no sé por qué tampoco me sorprende.
–Quizás no te sorprenda porque no sea del todo desconocido para ti. Puede que en algún rincón de tu memoria esté presente.
–¡Mi memoria! ¡Si casi no recuerdo qué hice ayer!
–Lo que se ha vivido queda registrado, ¡absolutamente todo!
–Pues será en otra vida –entre risas le contesté.
–Aquello que necesitas recordar, no dudes que de un modo u otro, se hará presente para ti. Todo lo vivido no es fútil, ni caprichoso. Responde a una necesidad de tu ser que quiere adquirir experiencia, desarrollarse y  expandirse sin fin. El recorrido de tu alma no es arbitrario y cuando dejas a “medias” alguna lección en el “pasado”, la retomas en cualquier tiempo “presente”. Es aquí cuando sale a la luz de tu memoria las herramientas que necesitas para continuar la lección “abandonada” tiempo atrás.
Absorto le escuchaba, como cuando de chaval atendía a las clases de historia –quería conocer todo de nuestro pasado.
–¿Qué rondaba tu mente está tarde?, –continuó.
–Nada en particular, –le respondí.
–¿Estás seguro?
Parecía que quería sondear lo más profundo de mi ser. Hice un muro hace tiempo para protegerme; para no hacerme daño, ni hacérselo a los demás. Pero él, un vagabundo a quién no conocía, estaba dispuesto a derribarlo.
–Hay veces –empecé a quitar “ladrillos”– en que dudo de mí, de quién soy, de qué “pinto” en este mundo donde solamente parece haber sufrimiento; donde las alegrías parecen un suspiro nada más. Siento impotencia ante el horror, cada vez que enciendo la televisión, abro un periódico… Quiero evadirme, pero no puedo. Busco una explicación lógica y no la encuentro. ¡No sé! Es todo cuanto sé.
–¿Y crees que los demás “saben”? ¿Crees que tras las máscaras de quienes te rodean hay felicidad? Si estás, estáis, en este tiempo presente es para acabar de una vez por todas con tal sufrimiento.
–Es fácil decirlo –le dije–, pero ponerlo en práctica no lo es. Te entregas con todo tu alma por una causa y, vayas donde vayas, acabas cansado de ver el egoísmo que escondido de bondad parece rodearte. He vivido los oscuros intereses tildados de grandilocuencia solidaria…
–Veo que rezumas negatividad. ¿Sabes que de ese modo alimentas la negatividad? Ya te he dicho que todo cuanto ocurre permanece, y permanece, porque tiene vida. ¡Todo es vida! Y la vida también es movimiento. De hecho la vida es eterno movimiento, vibración continua. Caminamos entre dos fuerzas que se atraen y repelen. Dos fuerzas que tienen un origen y un destino común… Pero no quiero complicarte la vida, –sonrió al tiempo que lo decía.
Tenía razón, no estaba ahora para complicaciones.
«Pero, como no quiero que te quedes en un estado pleno de negatividad…, de  ti depende que una u otra polaridad sea la que circule libremente o, que ambas “trabajen” bajo tus “ordenes”.
»Habrás oído más de una vez sobre la efectividad de la oración. Ésta no es más que la colaboración entre quien ora y la energía en la que vivimos. Dicha energía es como el alimento que toma el bebé que vive en el interior de una mujer embarazada. Él “pide” y su madre le “da”. Ella, su madre, toma a su vez la energía necesaria para su vida del “Ser” en el que vive y en el que tú también vives. Puedes tomar un alimento sano o en mal estado, depende en gran parte de los pensamientos que emites, emitimos todos, continuamente… de su polaridad y sobre todo del Ser en el que vivimos. La energía en sí, no es ni positiva ni negativa, nosotros creamos, más bien la materializamos, dándole “polaridad” según nuestra capacidad de ser “uno”. En ti viven muchas vidas… Todos los seres estamos conectados en una escala infinita donde principio y fin se confunden en un eterno presente… Mas tiempo pasado, presente y futuro dependen del lugar en que se posiciona el observador. 
»Piensa que la situación de crisis en la que se encuentra este mundo la hemos creado entre todos y entre todos podemos darle la vuelta, convertirla en una oportunidad de crecimiento del ser que somos en el mejor de nuestros sueños. Traerlo a esta realidad es tan factible como tú seas capaz de imaginarlo. La aparente polaridad negativa actual, en el “pasado” fue positiva, mas al querer esta humanidad crecer, aquello que creamos y nos alimentó, ahora se está convirtiendo en un lastre capaz de impedirlo. La clave consiste en envolver de luz cada pensamiento creado, imaginado… en cualquier tiempo.
»La luz que has percibido en mi dedo la has visto porque estabas dispuesto. Tu mente ya está cansada de viajar por pensamientos que no te satisfacen. Has andado tanto que te has parado en medio de ninguna parte y ya no te importa. Estás listo porque tu alma aún ansía libertad. La luz que has visto en mí es consecuencia del acuerdo, el pacto que hice contigo. Vendría a tu encuentro cuando estuvieras preparado, cuando pidieras un nuevo alimento, cuando oraras con humildad…»
No sabía muy bien dónde estaba. Las palabras que había escuchado con atención me habían transportado a un “cielo” que creía desaparecido para siempre. Era un estado que sentía muy mío y muy real, pero que no podía localizar en ningún tiempo, ya no sé si pasado o futuro. No me importaba y quería perpetuar tal estado…
Con estos pensamientos volví a la cruda realidad… Pero el vagabundo seguía ahí sentado, junto a mí. ¡Era real! Y me fijé en su rostro, sus facciones. No parecía el vagabundo de hace tan solo unos segundos, se había transfigurado en otro ser; estaba majestuoso, imponente.
Se levantó y me volvió a ofrecer la mitad de su bocadillo. Esta vez sí lo acepté. Sentía hambre… 
–Tenías hambre y te di de comer. Tuve sed y me diste de beber –me dijo.
–¿Cuándo te di de beber, si nunca antes te vi? –le contesté.
–Cuando tuve sed… Recuerda.
Di el primer bocado, embebido en su sabor, recordé.
Le miré a los ojos y en ellos me sumergí y supe quién era él y supe quién era yo.
–Uno. Somos Uno –me repetía a mí mismo.
Pasado, presente y futuro… ¿qué son en realidad?
Me tendió su mano, la acepté. Volví a percibir la luz en su mano y ésta se extendió hasta envolvernos por completo. Sonreímos.
Se alejó por donde vino, pienso si hacia un lugar más allá del tiempo…



SOMOS GENTE CORRIENTE



Nos esforzamos día a día para que quienes están a nuestro cuidado tengan lo necesario para crecer y progresar como seres humanos dignamente. 
Nos levantamos cada mañana antes que el sol salga por el horizonte para traer el pan de cada día a una mesa sencilla.
Tenemos dignidad, no “vendemos” nuestro cuerpo, ni siquiera lo “alquilamos”. Nuestras manos se manchan, se hieren, encallecen, pero nuestra alma sonríe porque valoramos lo esencial de la vida: hacer todo con amor. No hablamos de amor continuamente, nos cuesta pronunciar tal palabra… preferimos una sonrisa y una mirada a los ojos de quienes encontramos en nuestro caminar; mas sabemos el fuego que arde en nuestro interior.
No pretendemos destacar, salir en las noticias. Trabajamos desde el anonimato creando unos cimientos bajo tierra, a gran profundidad, pues el edificio que estamos construyendo llegará a ser más alto que cualquiera pueda imaginar. Podemos formar parte o no de alguna organización que trabaja por un mundo mejor. Nos sentimos unidos igualmente, ya que nos sabemos miembros de una humanidad que está descubriendo la fraternidad. 
Traemos en nuestra memoria genética la acción. Somos hacedores, encargados tanto de destruir como de construir; de hecho nos encargamos de que caigan y se disuelvan aquellos organismos que impiden el crecimiento, tanto de la humanidad como de cualquier otra forma de vida en este planeta. No es por azar que salga a la luz la podredumbre, es necesario que descubramos nuestra enfermedad para dar el tratamiento adecuado, evitando así arrastrar de por vida una enfermedad larvada que pueda volver a dañarnos. Construimos donde sabemos que se está a la escucha, donde ya se ha tocado “fondo” y sólo queda “ascender”… aunque el “viaje” es interior.
Tenemos muy claro nuestro objetivo. Somos firmes en nuestro proceder, capaces de tender una mano allá donde sea necesario aun a costa de nuestra vida si fuera necesario; cada día nos entregamos al otro, porque es ya parte integral de nuestro ser. 
Nuestros rostros revelan la profundidad de nuestras almas, algunas ya muy “viejas”, otras muy “jóvenes”, mas todas amantes. Nuestras manos trasmiten igualmente el calor del fuego interno, pues sabemos que uno solo nos alimenta. Nuestros pies descalzos se funden y acarician la tierra sin dañarla.
Nos hemos forjado tanto en la alegría como en la tristeza; en la fe tanto como en la desesperanza; en la ilusión tanto como en la decepción; en el gozo al igual que en el sufrimiento; en el conocimiento del mismo modo que en la ignorancia… Somos hijas e hijos de la Tierra tanto como de otras “Tierras”. Hijas e hijos de la experiencia, de la fusión del Ser con el Ser: la Dualidad reflejo de la Unidad.
Somos únicos, importantes, valiosos, capaces, valerosos, sublimes… Dignos de existir eternamente. Somos el equilibrio en busca del equilibrio. No eres, no somos, ni más ni menos que nadie. No nos infravaloramos ni sobrevaloramos pues tú eres semejante: la Hija, el Hijo, de la Vida Una. 
No adoramos a nadie pues en cada uno nos sabemos el SER UNO. Tampoco necesitamos interlocutores entre nuestro ser y nosotros, pues hemos comprendido que no hay “dos” sino Uno en “dos”. Que el “dos” crea al Uno continuamente, que el Uno se recrea eternamente; se conoce y se reconoce en el “dos” siendo Uno. Somos nuestros propios sacerdotes.
Nacemos y renacemos continuamente, pues nunca dejamos de existir. Tan solo experimentamos las múltiples facetas del Ser. La muerte no tiene cabida en nuestro corazón y nos alegramos tanto en la “venida” como en la “ida”, pues siempre estamos en los dos lados… que son uno solo.
Nuestra historia es la tuya. Somos gente corriente y vivimos en todos los estratos de la sociedad.



SEÑALES



Es curioso como algunos acontecimientos han aparecido a lo largo del tiempo. 
Cómo, aparentemente sucesos esporádicos, aparecen encadenados por repetirse en una misma fecha, o en la misma fase lunar o... 
Sucesos que poco a poco van cobrando una importancia vital, encuentros ¿casuales?, que marcan el rumbo a seguir. 
Y si entramos en el laberinto del mundo de los sueños, donde se encuentran alojados nuestros anhelos, miedos, miserias, alegrías, desencantos, aciertos..., mas también nuestros deseos de libertad, nos sumergimos en la profundidad del mar y volamos más allá de la más alta nube. 
Eso no es todo lo que uno encuentra. 
A veces, uno se topa con vivencias completamente reales, en las que uno no parece estar dormido, sino plenamente consciente. 
Vivencias que parecen tanto del pasado, como del futuro...Tanto es así que éstas se convierten en... reales. 
Presentes, instante a instante, premonitorias de un hecho ineludible. 
Surge una pregunta, cuya respuesta no es fácil. 
¿Qué se esconde tras esa cortina de señales? 
Cada señal, hace que se den unos pasos, al principio tímidos y titubeantes. 
Dónde me estaré metiendo, pues las referencias que tenemos "programadas" no sirven. 
Todo es completamente nuevo y diferente. 
Aun así andamos un poco más, esperando una nueva señal que indique por donde seguir. 
Sí, sólo serán indicios, pues hay un "pequeño" detalle y es que la libertad de elección está presente en cada instante del recorrido. 
Estas señales, no son lo más importante. 
Son simples marcas. 
Lo que de verdad importa es el AMOR con el que emprendes el camino. 
Cómo tratas a los demás y a ti mismo, ésta sí es la VERDADERA SEÑAL… 
La que permanece.



LOS PIES EN LA TIERRA


Hace falta mucha humildad para seguir teniendo los pies en la tierra. Saberse parte integrante del Ser que somos todos, unido al sufrimiento en que muchas veces se convierte nuestro paso por este mundo, puede hacer que nos despeguemos e incluso no nos guste estar aquí, pero no tenemos que olvidar que no es por azar que estamos en esta Tierra. Hemos nacido en ella porque así lo solicitamos, para unir "cielo y tierra". Dotarla de una cualidad que antes no tenía y seguir, así, extendiendo el amor por el Universo. Y no estamos solos en esta labor, como no está sola una célula en nuestro cuerpo, pues en cada una de ellas hay una "memoria" que nos susurra al oído que "Todo ya Es". Tenemos esa certeza que nos ayuda a seguir con los pies en la tierra.



AÑORANZA



Entre el Todo y la Nada hay un espacio, el mismo que separa y une una palabra y otra; el que me separa y me une a ti; el que convierte a la vida en muerte y a la muerte en vida.
Entre el Todo y la Nada quedamos tú y yo intactos, sacudidos por corrientes de vida que no comprendemos, desconociendo de dónde venimos y a dónde vamos.
Ahora, es un instante, un presente inasible que se aleja cuanto más quiero retenerlo.
Ahora, es cuanto tengo.
Ahora nada poseo.
Soy la palabra no escrita, soñada y desfigurada al alba.
El reloj marca mi tiempo imparable, se acercan las doce…
Sueño… Añoro despertar.



VIENTO



¿Dónde estás humanidad?
¿Dónde los perros sin rabo?
¿Dónde los niños con infancia robada?
¿Dónde los justos con maletín y corbata?
¿Dónde mi padre y madre, enterrados en vida?
¿Dónde estás alma desgarrada?

Antes del alba te levantas maquinalmente,
un día y otro también.
Vas y vienes, vienes y vas.
Comienzas adolescente y acabas con el pelo cano,
un día y otro también.
Yendo y viniendo sin saber por qué.

Un día la parca llama a tu puerta,
no te levantas.
No por vaguedad.
Tu cuerpo enjuto, gastado, no puede más.
¡Empuja! ¡Abierta está!
¡Pasa hermana muerte y llévame al más allá,
donde encuentre una hogaza y un poco de paz!

¿Dónde estás humanidad?
Te perdí la pista en la pubertad
cuando supe que mi sangre me la robaban sin más.
¿Cuál mi delito?
¿Nacer paria y crecer esclavo en el más acá?
Esclavo, paria… ¡Qué más da!
Tus palabras ya no me dañan.
¿Y tú quién eres, mi dueño?
¡Iluso!
Soy libre.
Viento sin cuerpo ni alma.
Voy de allá para acá.
Y tú, dueño de nada,
anclado con monedas de oro y nada más.
¡Adiós!
¡Hasta nunca!
Me voy,
tú te quedas acá,
en este reino de humo,
ilusión…
y nada más.



LA CEGUERA Y LA REALIDAD


Tres ciegos se adentraron en la selva, especulando sobre las grandes verdades del universo y las diferentes filosofías de sus ancestros y maestros, cuando, de pronto, se encontraron con un obstáculo que les impedía el paso.

Uno de ellos dijo:
Por el tacto parece una roca, es dura y además grande, no creo que podamos pasar por aquí.

El segundo aclaró:
Por lo que percibo no es grande, es alargado. Además se mueve y parece que quiere agarrar mi mano. Creo que es una serpiente. ¡Vayámonos de aquí, o nos morderá!
El tercero se adelantó. No tocó ni una roca, ni una serpiente. Palpó dos grandes troncos ante él que le impedían el paso. Les rectificó:
No os preocupéis son sólo árboles. ¡Demos un rodeo para seguir nuestro camino!
Cuando los tres ciegos se dieron la vuelta se escuchó un gran estruendo seguido de temblores de tierra. Asustados, se abrazaron pensando que era el final de sus vidas... Sin embargo nada de eso ocurrió.

El terrible sonido provenía de un elefante que, tumbado en mitad del camino, se despertó de un largo y plácido sueño, ajeno a las terribles experiencias vividas por los ciegos.
Levantándose y sostenido por sus grandes patas comenzó a andar moviendo su trompa para apartar las moscas que le molestaban. Se alejó del camino en busca de su alimento diario: unas deliciosas hojas de un árbol cercano…

Allá quedaron los asustados ciegos hasta que el silencio les trajo un poco de serenidad, reanudando su camino sin acertar qué es lo que en realidad ocurrió. Sus mentes no paraban de elucubrar.

Unos minutos más tarde se encontraron con una niña que canturreaba.

¡Preguntémosle! –dijo el primero.
¡Sí, sí! ¡Quizás sepa algo! –Contestó el segundo.
¿Qué va a saber una pequeñaja? ¡Más que nosotros seguro que no! –Les replicó el tercer ciego.

¡Niña! ¿Has escuchado algo parecido a una explosión seguido de temblores en la tierra? –Se atrevió a preguntarle el primero.

¡Oh, no, venerables! Sólo he visto pasar a Simba, mi elefante, por el camino, haciendo sonar su trompa alegremente.

¡Tonterías de niña! ¡Nosotros sabemos que no ha podido ser un elefante! –Al unísono contestaron los tres.
Refunfuñando, siguieron su camino volviendo a deliberar sobre las grandes cuestiones de la vida.

A lo lejos, en sentido opuesto, se alejaba la niña junto a Simba, su elefante y amigo…



¡BAILAD!



Una noche de un día, cuya fecha quedó en el olvido, viniste a darnos un mensaje, unas palabras que entonces carecían de sentido y que sólo años más tarde comprendimos en toda su dimensión: “Bailad juntos”. Tu hija me contó el extraño sueño, no parecía que se refiriera a que nos pusiéramos a bailar en ese momento. Fue años más tarde, cuando, sin ningún tipo de “presión mundana” decidimos firmar un papel que confirmara el compromiso que nuestras almas se dieron tiempo atrás. 
Unas horas antes, noche de luna llena, nuestros cuerpos bailaron al son que nuestras almas les marcaban. No, no hubo testigos, o así lo creímos. Y llegaste tú, amiga de nuestras almas, a poner la “guinda” en el pastel. Cuando el cuerpo reposa y el alma se libera por un momento de su opresión, llegaste ante nosotros y contemplaste, en silencio, cómo nuestras almas, una frente a la otra, abrazadas, bailaban sin cesar, girando como dos derviches en una danza que parecía no tener final. Y sin embargo la tuvo: un reloj marcando las doce y los cuarenta grados de un termómetro, colgados de la pared de una realidad distinta, era cuanto se distinguía aparte de nuestras almas; los dos desaparecimos sin dejar rastro tras una implosión que oscureció aún más la morada. El universo nos recibió, al otro lado del velo, como Uno más.
Horas más tarde dijimos ¡Sí!, rubricando lo que el espíritu unió para siempre en un instante de eternidad.


LAS GOLONDRINAS



Hoy, cansado de tanto andar, descanso.
Ahora, saturada la mente, me aquieto.
Sosiego.
La brisa mece la higuera al compás de una sintonía que no alcanzo a escuchar.
Silencio.

Una golondrina se posa por primera vez junto al olivo.
Sin temor me observa y canturrea. Otra revolotea y se une a ésta.
Ambas emprenden una conversación muy animada, quizás el preludio de un cortejo primaveral.
Observo. Sus miradas con la mía se cruzan. Parecen sonreír.
Una ráfaga de viento enturbia el instante.
Vuelan… Se alejan y sé con seguridad que volverán.

Mi mente sosegada.
Alivio.
Ahora, doy gracias por este presente en la eternidad.
Mi alma vuela con ellas, una vez más.




SOMOS EL MAR


Una gota de agua le preguntó al mar:
¿Dónde te encuentras que no te veo?
El mar no le respondió.
¿No me oyes?
Siguió sin tener respuesta.
La gota entristecida se acercó a la orilla y se alejó tierra adentro.
Creyéndose sola,
miraba a su alrededor,
un sol abrasador la cegaba.
Y no pudo ver qué o quién había a su lado.
Comenzó a llorar,
tanto que sus lágrimas hicieron un reguero que llegó hasta el mar.
Éste alargó sus brazos hasta llegar a la gota entristecida
envolviéndola en su regazo.
Las demás gotas que estaban junto a ella saltaban de alegría
creando grandes olas
y atrayendo a la gota entristecida hasta el corazón del mar.
El mar entonces le habló:
“Has elegido tu propio camino,
vivido experiencias únicas.
Has sonreído, llorado, cantado, gritado,
pero te olvidaste de lo más importante: saber quién eres.
Te creíste sola y abandonada,
es el camino que elegiste para amarte a ti misma.
Y que comprender quién eres es saber
que tu destino está ligado al de todas las gotas;
que el abandono de tus deseos,
de ti misma,
es el camino del reencuentro.
Esperaba que te dieras cuenta que me encontraba dentro de ti,
que en realidad nunca has estado separada de mí.
Todas las gotas somos el mar.
Sin pasado, sin futuro.
Somos en la eternidad el mar.”


GRACIAS HIJO



Mediodía.
Sentados a la mesa, mi madre nos miraba queriendo sonreír mas no pudo. 
Sin decir una sola palabra posó el puchero, un cazo colmado de caldo se paseó entre los platos dejando caer unas pocas lentejas.
A cada uno de mis hermanos le ofreció un pedazo de pan.
Nos miramos sin atrevernos a decir palabra, pero me decidí:
–¡Mamá!, ¿por qué tan poca comida?
–Vuestro padre salió a buscar trabajo y comida, todavía no ha vuelto y es todo cuanto tenemos.
–¡Mamá, pero si papá está trabajando!
–Le despidieron tras duros años de trabajo. Seis meses sin cobrar su sueldo y se han acabado todos los ahorros. Ni siquiera podemos pagar la hipoteca de esta sencilla casa. Sale todos los días a la misma hora para que no os deis cuenta y porque se hunde si se queda en casa.
–¿Nos van a echar a la calle como a los vecinos?
–Espero que no, que ocurra un milagro.
«¿Un milagro? –respondí–. Soy aun joven, pero me doy cuenta de lo que pasa: que hay unos pocos que no les basta con lo suyo, sino que quieren más y más, su ambición no tiene fin. Les han quitado todo a los vecinos y ahora vienen a por lo nuestro. Pero, ¿no hay casas para todos, comida para todos, trabajo para todos? ¿No hay suficiente tierra para trabajarla y que dé alimentos para saciar nuestra hambre? ¿Por qué los ricos tienen todo y nosotros nada? ¿Por qué si muchos como papá son los que trabajan, el dinero se lo llevan unos pocos que nada producen? ¿Les debemos algo…, la vida acaso? ¿No hemos nacidos todos siendo iguales según las leyes humanas, no dice lo mismo la religión que tanto pregonan? Nos engañan, mamá, nos engañan.
»Mamá, estoy cansado de verte llorar cuando te encierras en la habitación. Harto de ver cómo llega abatido papá estos días. Cansado de ver viviendo a la intemperie a tanta gente que ha perdido su hogar, a gente a la que conozco y aprecio. Pero, ¿es que no tienen corazón quienes pueden arreglar esto? He escuchado que son “ellos” los que han creado esta situación porque no tienen alma, en sus mentes solamente hay dinero, dinero y más dinero. Son unos infelices que nos están arrastrando a su precipicio.
»¿Un milagro, mamá? El milagro es que recuperemos la dignidad. El milagro es que recuperemos nuestra voluntad. Se las hemos regalado porque nos sentimos incapaces de administrar, dirigir nuestras vidas; incapaces de pensar, acomplejados porque no tenemos títulos, ni “nobleza”. Se las hemos regalado porque llevan siglos contándonos el mismo cuento: “La vida es así, hay que resignarse”; “Siempre habrá ricos y pobres”; “En el paraíso nos espera la auténtica felicidad”. Y mientras tanto vivimos humillados, temiendo qué nos deparará el día de mañana, si tendremos o no suficiente comida.
»Mamá, ya no somos niños a los que llevar de la mano a los que no se les pregunta nada importante. Hemos crecido, madurados en silencio, pero ya es hora de decir ¡basta!, ¡nadie es más que nadie! Por perder, hemos perdido hasta el miedo. 
»Este es el milagro: sé que soy dueño de mi persona. Mi voluntad y dignidad ni se compra ni se vende. Mamá, no viviré arrodillado como tú y papá, agradecido por un pedazo de pan. Somos muchos, cada día más los que despertamos de una pesadilla.»
Mi madre rompió a llorar, por primera vez en su vida ante todos. Entre sollozos me dijo: “Gracias hijo”.



UN RADIANTE SOL



El Sol me ilumina, 
le doy la espalda y creo una sombra. 
La observo. 
En mi pecho brilla ahora un radiante sol que la disuelve en su luz.


NUESTRO SER



Nuestro Ser, quiero decir el que somos en realidad, vive en multitud de dimensiones, en cada una con un objetivo concreto. Cada uno tenemos una personalidad, que es la suma de millones de células, organizadas en órganos necesarios para la vida. ¿Cada una de ellas es ajena al resto? Nuestra personalidad reside en cada una de ellas, pero si una célula muere, ¿muere la personalidad, o ésta sobrevive creando nuevas células? Del mismo modo a un nivel más global, incluyente, nuestra alma tiene multitud de experiencias vitales, encarnaciones, cada una cumple una función necesaria para la vida del alma. A un nivel aún más incluyente, el espíritu engloba a diferentes almas, éstas cumplen una función, igualmente vital, para el espíritu que las ha creado. Y dicho espíritu no es más que una "célula" de un cuerpo mayor cumpliendo una función vital. Toda célula en la dimensión en que se mueve, no está aislada sino que está conectada al Ser. La diferencia reside en ser consciente o no de esta conexión y en colaborar o no conscientemente en la expansión infinita y experimentación de la Vida de Ser, que solemos llamar Dios. Cuando salimos del aislamiento (egoísmo) somos receptivos a otras dimensiones, es lo que han venido demostrando muchas "células" a través de la historia humana -amad, dicen esas voces-. Y la Vida se expande tanto hacia "arriba" como hacia "abajo"; en el interior de tu cuerpo como en el interior de la Tierra, que también es un cuerpo, del que somos cada uno una célula. Hay vida en Todo, pues Todo es vida. Si expandimos nuestra conciencia las barreras desaparecen y lo oculto se muestra, pero no más de lo que podamos "soportar", no sea que tanta luz nos fulmine.


EL LLANTO DE UN NIÑO



En la sala del olvido entré sin saber bien cómo el proceso anularía mis recuerdos, mi identidad acumulada a lo largo del tiempo. Mi “yo” quería revelarse, dar un paso atrás… pero la decisión era inapelable: volvería una vez más a “embarrarme”.
Un silencio angustioso, como una descarga eléctrica, recorrió mi ser ilimitado y, como un rayo, fui impelido a un viaje sin retorno hacia el interior. Pasé de ser consciente de la compleja inmensidad de mi existencia a constituir nuevamente una ínfima partícula “dentro” de mí mismo “casi” virginal. Solamente conservaba el propósito y la energía necesaria para materializarlo, nada más. 
“Voluntad y propósito” me repetía, mientras se completaba el paso del “Todo a la Nada”. No quería sucumbir a la colosal atracción que ejercen los instintos naturales del cuerpo que iba a habitar por largos años y que prevalecieran, como ya ocurrió antaño, ante mi objetivo. Esta vez no lo planteé como un conflicto en el que debe ganar una de las partes implicadas, sino que célula a célula trabajaría incansablemente, dejándome llevar por el ritmo, lento, pero constante, de fusión celular-estelar que había ya experimentado en una anterior proyección, aunque de modo efímero. ¿Por qué dominar cuando puedo transmutar? 
Lo que había hecho con mi cuerpo anteriormente, cómo lo traté, determinó cómo me relacionaba con mis congéneres. Vivía en un conflicto constante, intentando conquistar y someter a cuanto estaba a mi alcance, ya fuera humano o animal. Solamente conseguí formar parte de un mundo violento donde unos pocos imponíamos nuestra voluntad a los demás. No importaba el sufrimiento generado, pues seguía una ley que creía innata, la del más fuerte. La empatía se acababa cuando dejaba de verme en el espejo, reflejo de un ser que no era real, sino una caricatura de humanidad.
El mundo que nuevamente iba a experimentar, no era muy diferente al que dejé, quizás tecnológicamente más avanzado, aunque el ritmo de deshumanización aumentaba en un escenario que encogía mi ser, al sentirme causante de semejante desastre. Soy yo quien ha cambiado y no estoy, ahora, solo en este empeño: somos muchos quienes nos hemos dado cuenta de la necesidad de un cambio radical, pues está en juego la propia existencia humana. He visto algunos futuribles que podrían acontecer, espero y deseo que sólo uno de ellos se cumpla. Por eso estamos aquí, para embarrarnos.
El llanto de un niño se escuchaba en una sencilla habitación. La comadrona cortaba el cordón que le unía al cuerpo de su madre. Esta escena se repetía en los cuatro puntos cardinales. El lamento amplificado es un grito desgarrador, quizás el último. Millones de almas estamos dispuestas a que así sea y que la transformación, la boda cósmica, sea una realidad, aquí y ahora.


UNA NOCHE OSCURA



Hoy,
es uno de esos días que costaba desperezarme.
Quizás el oscuro mundo de los sueños haya dejado un lastre difícil de desenganchar.
Sin recuerdos,
impresiones de nostalgias olvidadas,
nada más.
Sumergido en las profundidades marinas sin camino de vuelta.
Atrapado en aguas turbulentas,
mi mente divaga,
se pliega,
se ensancha.
Me falta el aire,
preciso respirar.
Miro hacia un cielo intuido,
en lo alto,
en mis adentros.
Oscuridad y silencio.
Me ahogo.
Finalmente abro los ojos,
la luz del alba entra en mi habitación,
en mi alma.
Sonrío.
Atrás queda una noche oscura, una más de mi alma.


PEREGRINOS DE LA PAZ




Camino en soledad, no porque te rechace sino porque quiero que escuches lo más profundo de tu ser. Sin barreras entre tu mente y la mía, sin deseos entre tu corazón y el mío.

Te ofrezco mi mano. Puede que no la veas. Quizás percibas un viento caluroso rozar tu mano. No preguntes porqué, no lo hago para que comprendas nada, ya que es mi espíritu quien lo dicta y sus dictados van derechos al fuego que nos alumbra sin cesar.
Hablo en tu silencio porque eres tú quien ha decidido vivir en el presente y dejar, por fin, el pasado atrás.

No son mis huellas las que has de seguir, ni las de otros, pues ya es tiempo de que camines en la mar.

No te pido que tengas fe, ni siguiera esperanza: da. Da, sin esperar nada a cambio y descubrirás el gozo de la verdadera paz.

Nada temas por un futuro incierto pues es ahora cuando lo construyes. Que todo tu ser viva este instante con infinita generosidad.

Estoy, aunque no veas mi rostro. Eres como yo, soy como tú: cierra los ojos y me sentirás. ¿Te digo un secreto? Mi rostro es el de los demás.

Soy el cuenco y el agua. Soy quien tiene sed. Sin principio ni final, soy, somos, la Eternidad… Peregrinas, peregrinos, de la Paz.

¿Caminas en soledad? ¿Camino en soledad? ¡Nunca más!



ESTOY VIVO



¿Por qué me buscáis entre los muertos?
Es incuestionable que muchos me buscan y no me encuentran, pero es más cierto que hay quienes aun sin buscarme me han encontrado. Estoy vivo en sus corazones, pues estos, también como el mío, han sufrido su propia transformación, e incluso han experimentado su propia “muerte”, mas después de ésta ha seguido latiendo… Ninguna muerte puede 
con quienes son capaces de amar. Este amor ha nacido en sus entrañas, expandiéndose poco a poco, no sin dificultades, ni sinsabores; sabiendo comprender que son dignos de ser llamados hijas e hijos de Dios. No un dios lejano e inalcanzable, sino de Aquel que muestra su rostro humano; de Aquel que tiende su mano cuando la necesitas; del que ha nacido del seno de la Tierra llevando a ésta al estado de dignidad que le corresponde. Sólo quien experimenta la vida es capaz de entregarse por completo a su creación con conocimiento. No soy el dios iracundo del Antiguo Testamento sino el que se ha lanzado al mar de la vida, el que vive en cada una, en cada uno, de los seres que habitan en cualquiera de los universos imaginados o por imaginar. Vivo en ti aunque no lo sepas aún. He despertado en este mundo en multitudes y lo seguiré haciendo al ritmo de vuestros corazones. Os mostraré una y otra vez que la muerte no es nada, nada más que la ignorancia de vuestra esencia. He hablado por boca de tantos y tantos hijas e hijos… de vuestro hermano Jesús de Nazaret,  con él habéis podido descubrir el valor de vuestra dignidad… ¡Os he devuelto la libertad tras milenios de esclavitud! ¡No pertenecéis a nadie, no tenéis más dueño que vosotros mismos!
Levanta tu rostro, no para mirar al cielo esperando verme, sino para fijarte en el rostro de tu hermana, de tu hermano… de quien te necesita y desea en el fondo de su alma caminar contigo en esta senda hacia la felicidad que tanto ansiáis. Ahí estoy… ¡muy vivo!


RESURRECCIÓN


...Y se cumplió su voluntad.
Mi ser lo entregué por completo a mi Padre.
Después del sufrimiento,
el vacío y la paz.
Dos ángeles llegaron junto a mí,
me descendieron 
con el amor que sólo ellos pueden ofrecer,
trasladando mi cuerpo inerte
a la sala de resurrección,
donde desperté rodeado por mis hermanos.
Una voz escuché: 
"Desciendo para quedarme en tu hogar
y traigo LUZ para iluminarlo".

NO ME BUSQUES LEJOS


LA JAULA DE ORO



Gloria pidió ayuda a un anciano amigo: 

«Te hablo desde la desolación. ¿Qué pasa con el enorme dolor de un joven cada día más enfermo? 
»¡Dios! La soberbia me asalta. ¡Se me cruza la vida y la veo como una sombra, un sinsentido!
»Mi cuerpo y mi mente están cansados y no sé ayudar a  consolar. Hoy, las lágrimas brotan sangre.
»Te asalto, anciano. Entro en tu casa desesperada, con miedo, con dudas, con....
»Perdona, no te pertenece mi dolor, pero... me siento incapaz de  ayudar al ser que un día nació de mis entrañas y su pena me parte el alma.»


El anciano amigo escuchaba en el más respetuoso silencio.
Ambos cruzaron sus miradas. Sus ojos lo decían todo. 
Él comenzó a hablarle:

«Un viejo sabio fue a visitar a unos amigos. Le llamaron porque estaban muy afligidos.
»Al llegar, tras el saludo, le contaron que un tiempo atrás, en su jardín, un hermoso pájaro multicolor se posó. Ante tanta belleza le quisieron atrapar. Éste, revoloteaba alegre y ajeno a las intenciones de los habitantes de la casa.
»Una gran jaula dorada con frutas silvestres colocaron junto a un árbol, la puerta estaba abierta.
 »El pájaro se acercó atraído por el brillo de la jaula. Entró y se paseó con  curiosidad. Se aproximó donde la fruta estaba y, en ese momento, la puerta se cerró. Un gran alborozo se escuchó entre los habitantes, ¡habían conseguido su propósito! El más bello pájaro que nunca vieron ya era de ellos.
»Pasaron los días y el pájaro parecía feliz en su nuevo hogar, hasta que un día escuchó el canto de otro pájaro de su especie y sintió deseos de ir con él. Al intentar salir de la jaula  acabó haciéndose heridas en su cuerpo, la puerta estaba cerrada.
»El pájaro cada vez estaba más apenado. La alegría de los habitantes de la casa se tornó en tristeza al verle cómo perdía no sólo su brillo, sino que además, sus plumas iban cayendo sin remedio.
»El viejo sabio les preguntó si habían tenido en cuenta los deseos del pájaro. Ellos, sorprendidos, le comunicaron que ni se les había ocurrido que éste pudiera tener deseos.
¡Preguntadle! –exclamó.
»Así lo hicieron. El pájaro los miró y después observó la puerta de la jaula. »Comprendieron que quería que se la  abrieran.
»Una mujer, con todo el dolor de su corazón, abrió la pequeña portezuela. Tras revolotear por la jaula, el pájaro se posó frente a la puerta y comenzó a volar. Sus alas, con sus pocas plumas, le llevaron ante su “ama”. Se posó en sus manos y le miró a los ojos. Los dos se “entendieron”.
»Un intenso brillo apareció en los ojos de ambos y las alas del pájaro resplandecieron con intensidad. Le crecieron al instante las plumas perdidas.
»Seguidamente emprendió un nuevo vuelo. Esta vez tras escuchar el canto de un pájaro que se posó al otro lado del jardín. Se fue hacia él y los dos desaparecieron en el horizonte… felices.

»Comprendieron  y aceptaron  que la vida es impermanencia y en ella vivimos siempre. No se puede retener ni aprisionar aquello que ha nacido para ser libre… como tu hijo.»

–¡Gracias, viejo amigo!
–De nada, Gloria.




TAL VEZ


Una silueta vislumbro lejana.
Con paso decidido se aproxima.
Me sitúo a un lado, no siendo un obstáculo en su camino.
Al pasar junto a mí se me eriza la piel.
¿Quién es?
Me mira de soslayo sonriendo.
No para.
Se aleja y, yo impávido, no doy un paso.
¿Volverá?
Quizás mañana, a la misma hora…
Tal vez.



LOS APESTADOS



Vivimos  en un tiempo midiéndolo cronológicamente entorno a un personaje histórico. Si das unos pasos por la Tierra verás que otros como tú, como yo, tienen otra vara de medir, otro personaje histórico. Los calendarios se basan en los movimientos estelares basados en los ciclos de la Luna o el Sol. Los errores en calendarios pasados se han ido corrigiendo acercándose más a una realidad más objetiva.
Ponemos un primer día al calendario, a partir de ahí sumamos días. Para unos el actual es el gregoriano, para otros el hebreo, y aun para otros más el año musulmán… Todos son convencionales. Hoy por un hipotético suceso podríamos vivir el día primero de una nueva era y en torno a ésta crearíamos todo un mundo, celebrando con alegría y jolgorio el nacimiento de un nuevo año. 

Nuestra mente necesita puntos de referencia: conocer que hay un punto “A” que nos conduce hacia un punto “B”. Necesita nombres para designar lo que vemos, tocamos, conocemos… Lo que para unos en un lado del mundo tiene una tonalidad, para otros el mismo hecho su tonalidad es diferente y, sin embargo son ciertas ambas visiones para quien lo vive. Todo lo que experimentamos es relativo. Mas hay quien se cree en posesión de la Verdad. ¿Y si hay tantas verdades como experimentadores? ¿El hecho ocurrido a dos, tres, miles personas, le da más validez, más autenticidad, que aquel acontecimiento que sólo le ocurre a una? ¿Tiene que vivir como un apestado en la sociedad quien no encaja en las verdades que se han instaurado como “La Gran Verdad”?

Pero nuestra mente se pierde para comprender aquello que no se puede medir, encajar, enclaustrar, analizar…

 Estamos en un tiempo en que se están desmoronando muchas “verdades”. Es un tiempo en que los “apestados”, tal como una flor de loto surge del fango y ve la luz sobre las aguas turbias, están saliendo del encierro, de la soledad… Los “apestados” de este tiempo no proclaman verdades, pues no miden, analizan… Solamente extienden su perfume, se dejan ver en silencio. Ninguna verdad hay en ellos que descubrir, solamente tienden sus manos afectuosamente donde es necesario. SIENTEN, más allá de cualquier emoción pasajera, en sus carnes, en sus corazones, en sus almas, AL OTRO COMO A SÍ MISMOS. Se adecuan a cualquier calendario, viviendo el día a día como cualquiera, pero teniendo claro que el tic-tac que marca su tiempo lo marca el ritmo del corazón… más allá de cualquier formalidad, apariencia. El tiempo del “apestado” es atemporal. 

Surgimos y vivimos en cualquier agua turbia que impide ver con claridad. Hay otros ciclos más allá del marcado por la Luna y el Sol...


EN MÍ



¿Por qué te escondes alma mía?
¿Por qué este desespero, esta agonía?
¡Qué noche tan oscura!, ¡qué locura la mía!
¡Ay amor…, que tristeza, que congoja!
¿Eres real como el alba de cada día?
Qué sentido vivir sin ti, en este mundo pueril.
No puedo seguir… ¡Háblame!
¡Dime que estás ahí!
O mejor, que estás en mí.



HEBRAS DE VIDA




Me voy caminando lejos,
tan lejos como mi alma quiera
y mi cuerpo aguante.
Me voy sin querer mirar atrás,
pa’que el dolor no me estalle.

Allá lejos quedan,
días, meses, años.
Vividos, amados, odiados,
recordados, olvidados…

Jugando a las canicas,
corriendo, brincando.
Ajeno a todo,
mi infancia pasó feliz…
sin conocer lo que después supe.
Lo que me selló.

Un día te vi
y como un rayo que atraviesa mi alma te sentí.
Una hebra tejió tu cuerpo y el mío,
tu alma y la mía.
Hilo invisible.
Hebras de vida.
Anteayer la muerte moraba en mí.
Ayer, hebras de vida…
junto a ti.

Hoy,
me voy caminando lejos,
tan lejos como mi alma quiera
y mi cuerpo aguante.
Me voy sin querer mirar atrás,
pa’que el dolor no me estalle.

Hebras de vida.
¿Recuerdas?
Junto a ti.



CAMPO DE SUEÑOS



Hay días que se quedan grabados, que nunca se olvidan, y de ellos los que, curiosamente, una cifra se repite una y otra vez. Hoy es uno de estos últimos. Me alegro que esté trascurriendo con normalidad, puede que los duendes ya se hayan cansado y todo quedó en el pasado. Recuerdo algunos de ellos, parecen tan lejanos… Quizás capté el mensaje subliminal y haya pasado a otra etapa, una en que la vida trascurra con cierta calma.
A veces me pregunto si fueron reales, porque sólo están en mi mente, nada de ellos puedo aprehender, traer al presente. Claro, que, lo que viví ayer mismo ya no está, y sin embargo, tanto éste como todos mis días han ido construyendo como granos de arena, la duna en que me he convertido, y como tal, estoy a merced de los vientos. Vientos que soplan al ritmo que mi alma impele. Pasaron los tiempos en que eran otros soplos los que conformaban mi efigie, empujado por lo que llamaba “destino” o el azar…

«No era yo más que una oveja que junto a otras era llevada de unos pastos a otros, conducido por un pastor, reconozco que éste era “un buen pastor”. Un día me pregunté por qué… ¿No era posible alejarme, aunque sólo fueran unos pasos, más allá de lo que la senda, marcada por siglos de transitar, aconsejaba como seguro? Veía hierbas creciendo en la lejanía, junto a la montaña.
»Un día me decidí. Le dije ¡hasta pronto! al pastor. Él, con una sonrisa, me dio su aprobación. Yo sabía que no la necesitaba, pues sentía que era el momento de explorar el mundo exterior, aun así también sonreí. No miré atrás, con paso decidido me alejé, con la mirada concentrada en la montaña lejana.
»La soledad no la conocía. Al principio fue duro, estaba acostumbrado al roce, al cariño del rebaño. Todos formábamos una familia y éramos felices al abrigo del pastor. Ahora era solamente un recuerdo, eso sí, lo revivía una y otra vez, cuando la tristeza –nuevo sentimiento para mí– me inundaba. Me alimenté de cuanto encontraba hasta llegar a mi destino. No todas las hierbas me sentaron bien. Enfermé, creyendo que encontraría el final de mi vida en cualquier momento. No sé qué fuerza hizo que siguiera caminando. Recordaba palabras de aliento de mi viejo pastor cuando la sequía hacía que nos costara encontrar hierba fresca: “Confiad”… Y, siempre, terminábamos llegando a algún vergel desconocido hasta entonces. Parecía conocer con antelación nuestro futuro.
»Miré atrás, por si acaso alguna oveja siguió mis pasos, pero no fue así. Estaba ya a los pies de la montaña. Me alimenté, descansé y dormí profundamente.»

«Soñé: pastaba en un valle desconocido, donde convivían animales que nunca había visto, grandes y pequeños, y todos estaban afanados  en tareas que no comprendía; yo era uno de ellos. Ya no andaba a cuatro patas, sino que me mantenía sobre mis dos traseras… ¡Qué extraña sensación! Pero lo más sorprendente fue cuando me acerqué a un arroyo y me vi reflejado en el agua… ¡Oh! ¡Mi rostro! ¡Es semejante al del pastor! Creí desfallecer…
¿Cómo es posible? ¿Estoy soñando? Pero es tan real…
»Se acercaron varios animales con apariencia similar. Me tranquilizaron con una palmadita en la espalda. ¡Bebe y ven con nosotros! –dijeron.
»Les acompañé, como antaño seguía a mi pastor. Vestían ropas que nunca había visto a él llevar. Dos se pusieron a izquierda y derecha. No temas nada –manifestó uno de ellos–. Me fijé en los ojos de ambos, unos eran como los míos, redondos; pero los del otro, que era más alto, me daban cierto recelo: eran oblicuos y con una mirada profunda que hacía que todo mi cuerpo vibrara. Me sonrió, dándose cuenta –no sé cómo– de lo que me estaba sucediendo.
»Somos como tú –dijo el alto– y también formamos una familia, aunque nuestras apariencias sean tan diferentes. Venimos de rebaños distintos y durante mucho tiempo también nos guio un pastor. También, en un momento decisivo de nuestras existencias, tomamos la misma decisión crucial que tú tomaste: crear nuestro propio destino. Comprendimos que éste no sería fácil. Lo cómodo era seguir al pastor, nuestros días eran plácidos, ¿por qué dejarlo?
»En cada uno de nosotros –continuó–, llegado el momento, sentimos curiosidad, que más adelante se convierte en un impulso que nos impele a dar un paso más y otro. Forma parte de nuestro deseo de perfeccionamiento, un sentimiento innato que ha estado adormecido, como una serpiente enroscada esperando los primeros rayos de sol de un nuevo día. Ese calor ya no parte del que nos damos unos a otros en el rebaño, ni siquiera del que el pastor nos regala con sus cuidados, parte de nosotros mismos, ya que en cada uno hay un diminuto sol que poco a poco se expande, al ritmo que le marca nuestra voluntad, nuestros deseos más puros y nuestra acción compasiva. Acabamos comprendiendo que explorando otras tierras, hacemos un viaje interior, que todo cuanto ocurre fuera está aconteciendo dentro. Nos convertimos en peregrinos de nosotros mismos. Todo cuanto sucede a nuestro alrededor, a nuestros congéneres, nos está pasando a nosotros. El sol que nos habita, el “pastor” que nos guía ahora, nos enseña día a día que hay que llevar luz y calor a rincones oscuros, aparentemente deshabitados, inexplorados. Éste te da el alimento suficiente para existir, ya no necesitas de otro alimento, ni tienes que ocupar tu precioso tiempo en sobrevivir. Ahora todo tu esfuerzo consiste en ser portador de alegría, la de quien nada busca porque cuanto existe lo lleva en él.
Has visto cómo en el rebaño del que procedes iban muriendo quienes llegaban a viejos, quienes caían en las fauces de lobos, quienes no tenían acceso al alimento. No creas lo que tus ojos han visto. Tu verdadero cuerpo es este que ves, tiene una apariencia, pues todo tiene forma; el otro, el que dejas atrás, no es más que la consecuencia del aprendizaje que un día lejano emprendiste… una ensoñación. Tu familia es esta, somos también las “ovejas” que te acompañaban, salvo que ahora nos hemos convertido en “pastores”. Hay, otras tierras, donde pastan ovejas sin pastor, sin dirección, sin destino. Esperan, sin saberlo, que un pastor les enseñe. Más no necesitan seguirlo a fértiles campos, sino que les muestre el sol que les alimente por siempre. ¿Quieres ir?
»Me quedé pensativo ante las palabras que atentamente había escuchado. ¿Quién era yo, sino una oveja que lo único que pretendía era explorar otros campos? Sabía que la decisión de abandonar el redil me podría traer problemas y alguna que otra satisfacción. No me importaba. Cansado estaba de vegetar y ver cómo vegetaban las demás. ¿Era esto todo cuanto nos daba la vida? Y, de pronto, me encuentro que la vida es mucho más de cuanto conocía, que la muerte no existe, sino que todo vibra a ritmos diferentes y ello hace que sólo perciba un pequeño fragmento de mí mismo, aquel que me satisface durante un tiempo y al que presto toda mi atención. Estos seres me estaban mostrando que yo soy pura vibración; que tengo el poder de materializar cuanto imagino, creando un mundo donde se manifiesta y disolviéndolo cuando dejo de prestarle interés. Muerte y vida no son más que esto: un campo de sueños… del que quien Soy permanece despierto.
»Sin saber cómo desperté en un pastizal. No tenía hambre. La montaña, imponente, perdió mi interés de ascenderla y ver qué había al otro lado. Dirigí mis pasos al valle, al encuentro de alguna oveja con la que compartir un poco de calor y alegría, la de mi alma.»

Hay días que se quedan grabados… Hoy es diecisiete.

(Publicado el 17 de febrero de 2016)


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