VINE, VI Y ME FUI



Ni recuerdo, ni creo que sea importante, pero un día me vi envuelto en una vorágine de vaivenes, prisas; en un sin vivir en el que encontrar un lugar donde estar un poco centrado, donde descubrir una mínima razón a tanta sinrazón es un esfuerzo colosal y del que ni siquiera sabía que tuviera alguna recompensa. No es que la buscara, pero toda acción implica una reacción…
Y puede que no sea en el sentido deseado, dado que por lo general nos gusta que todo esté en su sitio, el futuro planificado sin grandes sobresaltos: nacer, crecer, envejecer y morir. Todo dentro de un orden, pero ¡ay!, no creo que tengamos una idea mínimamente realista y objetiva del “orden” que gobierna nuestras vidas. Pretender asir algo, y que perdure es un trabajo inútil. Antes o después tendremos que soltarlo y dejar que siga su camino, aun a nuestro pesar. Querer apoderarnos de algo, o de alguien, puede que nos proporcione cierta estabilidad, mental, emocional y hasta física, pero es lo mismo que pretender que el agua del río fluya hacia la montaña y no hacia el océano del que surgió. Vivimos en un caos casi permanente debido a nuestra obstinación por retener la Vida, cuando ésta es fluir libremente y de la que nosotros somos una ligera partícula en la que el cambio constante es nuestra permanencia en un “orden” que no requiere de ningún esfuerzo, sino de la placidez de dejarse mecer por un viento que sopla desde que el tiempo es tiempo y aun… antes.
Vine, vi y me fui… con viento fresco.


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