LAS ABUELILLAS

 Cuando niño, al pasear por la plaza, recuerdo a las abuelillas y algunas mujeres aún casaderas, sentadas en corrillo, comentando la noticia del día: “fulanito se está viendo a escondidas con menganita". ¡Qué poca vergüenza! Era lo más repetido.

  Cuando bajaba el Sol y el frío llegaba, la plaza se quedaba vacía. Sólo el bar tenía vida. Me asomaba a buscar a mi padre, la cena ya estaba preparada. Algunos discutían acaloradamente sobre la subida del pan, ¡dónde vamos a parar! Otros sólo les importaba quién iba a ganar la liga, si el Barça o el Madrid. Todo muy normal.

  En casa, Elena Francis aconsejaba cómo superar una crisis matrimonial. La radio siempre estaba conectada, radio España, Intercontinental, Cadena Ser… Con facilidad se cambiaba de dial. 

  Por fin la cena, preparada con esmero por mi madre. ¡A la mesa! El mantra de cada noche. Entre cotilleos, alguna regañina de última hora, preocupaciones sobre la situación del país -en voz baja, que las paredes oyen-, y la última del famoseo, acabó la jornada. A la cama que mañana será otro día.

  Han pasado los años, muchas cosas han cambiado. La plaza está irreconocible, ya no hay abuelas, los coches ocupan su lugar. La fuente no está, no hay cántaros que llenar. Ni sucursal bancaria, sólo un cajero que casi nadie saber utilizar, con él no se puede hablar. ¡Ay banqueros qué poca empatía, no todo es ganar pasta, un mucho de humanidad!

  En casa, ya casi nada es igual. Ni madre, ni hermanos, ni visitas al bar. Otros ocupan su lugar.

  La radio suena de fondo, una emisora musical, canciones de ayer y de siempre…

  Pongo el televisor. Sí, es en color, lo habéis adivinado -antes todo era gris-, incluso con acceso a internet. Las noticias, las opiniones, la información, el entretenimiento… ¡Cuántas diferencias! Ya no hay un monotema, se puede elegir, incluso apagar.

  La plaza se ha trasladado a un universo virtual donde se habla, se escribe, se visiona, de todo lo humano y lo divino. Se forman corrillos afines, algunos inocentes y otros mejor no nombrar. Se defiende lo indefendible e incluso causas justas, la guerra y la paz. Se crean opiniones a base de talón. En definitiva, convive lo mejor, lo mediocre y lo peor de esta sociedad. 

  Y uno decide en qué silla sentarse, con quien dialogar, debatir, opinar, compartir…, lejos de la manipulación y el lavado de cerebro virtual.

  Los tiempos han cambiado, quizás no tanto como cabría esperar.

  Abuelillas, os hecho de menos.








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